«El mundo de M. V.», reseña de Enrique Arias Beaskoetxea

María Victoria Atencia, nacida en 1931, publica sus primeros poemas en la década de los 50. Son poemas en los que la autora se implica, no hay apenas distancia entre el yo poético y el yo biográfico; son poemas de juventud, de sinceridad, de inmediatez.

En 1961 deja de publicar. Son muchas las hipótesis que se han manejado para un silencio que duró 15 años. Ella contestó que había dedicado el tiempo a conseguir la licencia de aviación (¿Y qué es más difícil, pilotar un avión o pilotar un poema?) aunque los conocedores de su obra resaltan el impacto que para ella fue conocer la poesía de Rilke.

Regresó en 1976 con “Marta & María” y “Los sueños”, y en 1978 publica “El mundo de M. V.”. Con estos libros María Victoria Atencia se aleja totalmente de los primeros libros, ahora hay un distanciamiento entre la poeta y el objeto poético, referencias constantes al tiempo, un tono más reflexivo, un camino de contemplación que lleva desde la materia hacia el Ser.

Todos los capítulos de “El mundo de M. V.” comienzan con las palabras “El tiempo de” en clara referencia al capítulo 3 del Eclesiastés titulado “Todo tiene su tiempo”.

El libro está escrito en verso alejandrino (14 sílabas), marcando el ritmo con acento en 2ª y 6ª sílaba, 9ª y 13ª sílaba. Aparentemente es una estructura fija pero M.V. Atencia lo convierte en un río que discurre suave y sereno.

Tiempo para tejer, tiempo para destejer

«El mundo de M.V.» arranca con unos versos mil veces citados, Si mi mano acaricia la cretona de pájaros / inglesa y he encendido el quinqué y hay un lirio; en este primer párrafo hay constantes referencias a la naturaleza (bosque, estanque, etc.). En el segundo párrafo del poema vuelve la mirada hacia sí misma, también /  este mundo es el mío: entreabro la puerta /  de su ficción, para viajar desde el mundo animal y vegetal hacia su propio mundo, dejando que se instale una paloma.

«Suceso». En este poema la autora parte de lo cotidiano, Estaba yo ocupándome de la compra, el teléfono, cuando su mirada se detiene en el quinqué y en la paloma que se instaló en el primer poema. La poeta contempla el ave detenida, su zureo, sus plumas hasta que echa a volar, donde a tu desolada pareja, por tu ausencia / el celo le contrae la encendida pupila.

«Este juego». En el primer párrafo del poema habla de su cuerpo rodeado por un lazo de seda, una forma de vestir que poco puede decir hasta que se acerca  / a mi cuerpo y lo roza o llega ser yo misma. El segundo párrafo comienza el juego con el verso Te propongo este juego: yo te doy una cosa, a cambio pide una cámara lenta para poder contemplar el mundo en su quietud, Detengamos la sombra del sol en sus relojes, y en ese instante del tiempo detenido, que contenga su vuelo la gentil oropéndola.

 

Razón del tiempo en Churriana (Churriana es uno de los barrios de su Málaga natal.)

«La Cónsula». El recuerdo de un olor le lleva a visitar una casa desconocida, aunque el sueño le hace decir Mas viví / en torno de este patio, recorre las estancias mezclándose con los que allí vivieron, las camas que dejan marca en la pared, para encontrar tan solo la boca del salitre / y  el moho de las horas lamiendo los sillares. Viajando de nuevo de lo concreto hacia la esencia vital.

«Sueño de Churriana». Aquí se ve a sí misma en la casa que habitó, los pies fríos en invierno, produciendo una simbiosis entre poeta y casa, y es carne de mi carne / o yo soy piedra de ella, la casa cabe en su bolsillo y ella es un estuche vacío, Pero es mi propia casa, o la casa que tuve. El recorrido le lleva hasta un armario que guardaba el estiércol para otras sementeras. Final del poema que es la promesa de un nuevo inicio.

«Retiro de Fray Alonso». Un retiro creado por el monje y obispo en Churriana para su reposo. La poeta queda extasiada por la naturaleza del lugar, La magnolia proclama / su majestad floral, las aves dominan el sitio, y los patos ejercen su derecho al estanque. En el segundo párrafo quiere girar el tiempo, desde la quietud al desbordamiento, dejemos que las aguas se atropellen y corran; que arrastren hojas, sombras, palabras y recuerdos.

 

Tiempo de los baños

«Hotel del balneario». La poeta recorre un balneario anclado en el tiempo, sube los tramos de una escalera de un imperio declinado sin duda, mientras cree oír cómo se desmorona, y en hierro inseguro afianzo mi mano. Antes de llegar al final de la escalera y encontrar la luz, siente que y una nube me roza la cara, o es el frío que sube la escalera al mismo tiempo que ella. Se detiene o es detenida por algo no sentido hasta entonces, Y en la escalera soy / lo que su oquedad misma no puede revelarme.

«Ruedo de Carrataca». Aquí el viaje es desde la materia hacia un espacio/tiempo. Una plaza de toros abierta en la montaña de tierra roja, La plaza en plena roca abierta se deshace, abandonada, sin uso, apenas acoge el canto de los pájaros. Amanece, La cinta de la aurora / perfila las montañas, los dedos rosas de Eos son aquí rojos y granates. Descubre el tiempo que vive, Sabré entonces a qué día estamos hoy de marzo, en un espacio visitado por personajes del XIX reposa una pamela abandonada y sola, Eugenia de Montijo.

«Casa de los baños». En Carratraca hay un balneario de aguas sulfurosas, ahí un espejo revoca el esplendor morado de los lirios, mientras la poeta intenta reconocerse en la imagen. Usado por romanos y árabes, conoce su esplendor en el XIX, mientras corroe el óxido / el metal de los grifos. El tiempo no se mide en este lugar, recuerda a una época, y un tiempo / de Luchino Visconti impone su vigencia, mas el visitante vuelve a dar vida a este lugar, y a la vida que vuelve a cruzar estas puertas.

 

Tiempo para que el viento rompa el cristal suelto

«Anita». El poema toma un recuerdo con especial dulzura para recordar a alguien, A mi memoria vuelves crecida en hermosura, y realizar un acto aparentemente trivial pero de honda intimidad, destrenzarte y soltarte el curso de las crenchas. En la segunda parte se preparan los útiles para el peinado, un peine / de concha, las horquillas,… tengo hervido el romero, a la manera de Cleo de Merode (bailarina francesa). Se cierra el poema con la certeza que este gesto produce, Mi cepillo te acerca a una estancia segura.

«Inés». Este poema es el contrapeso del anterior, aquí el recuerdo es melancólico, No me acerques al agua ni me muestres tu risa, mientras el otoño avanza. M.V. además de poeta, es pintora y música, ni cuando oiga el segundo movimiento -tan mío. Extrañamente engarza las dos partes del poema Déjame / que te acaricie el pelo y me ate con tu lazo, mientras cae la lluvia sobre la tierra, la flor está en un vaso, más allá de esta pena, deshace los armarios, traspasa el recuerdo, y descubra otro rostro en el espejo malva.

«Cuarenta años más tarde». Antonio. Con una fotografía sepia entre las manos, regresan los años, han venido a dolerme tu muerte y tu belleza, en la quietud y la sombra. Gira un molino, al pasar por un puente de Córdoba, cuando sobre el pretil del río te nombraron, más a pesar del vacío y el calor de julio, la tierra sigue siendo hermosamente cierta.

 

Tiempo para el recuerdo

«Wasa, 1628». Un poema dedicado a un navío sueco, el Wasa, Deslumbró el astillero / tu dotación de bronce, un navío de guerra, creado para grandes gestas y símbolo de poderío, así tu tajamar dio su proa al abismo, que se hundió en su primera singladura. Vientre grávido, útero maternal bajo el agua, un barco hermoso pero con demasiada carga, condenado a navegar un océano de lodo.

«Karlskoga». Es una cuidad sueca donde se despierta el deseo, desnúdame a la luz helada de esta tarde, allí donde la naturaleza es paradójica, Un aire blando pasa sobre el musgo crujiente. Pide ser llevada sobre los puentes para descubrir patos, cornejas y escaramujo, y terminar sorprendiéndose al encontrar un país tan al norte del antiguo deseo.

 

Tiempo para el amor

«Eclesiastés 3,5» (tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar).

Inspirado en el versículo del Eclesiastés el poema se divide también en dos. El primer párrafo comienza con el verso Dispongamos de un tiempo para apilar piedras, piedras acomodadas en la mano que sirven para la lucha con su carga de amor y violencia. El segundo párrafo está formado por preguntas, poco habituales en su poesía, ¿Quién tornara sin daño después de la contienda… ¿Quién volverá a casa a calentar las manos…, preguntas sin respuesta aún cuando se haya establecido la paz y exista un vencedor.

«Estrofa 24» , que es la del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz (Cuando tú me mirabas /su gracia en mí tus ojos imprimían…). M.V. comienza invocando al Amor mío y a los colores que se reflejan en la mirada, lanza una pregunta que contiene la respuesta, ¿Dónde hemos de asentarnos si hay cinco orientaciones / cardinales y elijo con pasión la del vuelo? Imagen de su pasión de piloto de aviación tornada en ave mensajera anillada. Finaliza el poema descendiendo a lo terrenal, Más llevaré el jersey porque a la hora prima /  refresca crudamente.

«Godiva en blue jean». Comienza recordando el mito de lady Godiva, pasearé mi cuerpo / -los postigos cerrados-. Pero en el segundo párrafo rompe la identificación, No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso. Será un Godiva con pantalón vaquero y un cesto de esparto para el mercado,  repartiré en la casa amor y pan y fruta.

«Exilio». Si ir al exilio es dejar atrás la casa, lastimarse los pies, llorar a los muertos y seguir adelante, M.V. acaba el poema con una paradoja, Andar es no moverse del lugar que escogimos.

 

Dice María Zambrano: «La perfección, sin historia, sin angustia, sin sombra de duda, es el ámbito —no ya signo, sino el ámbito— de toda la poesía que yo conozco de María Victoria Atencia. El presente, pues, es el único tiempo propio para esta poesía, sin pasado. No diría sin futuro, porque el futuro está ya embebido por sí mismo en un presente total e intangible.» [1]

 

Reseña: Enrique Arias Beaskoetxea

Obra: El mundo de M. V., de María Victoria Atencia, Insula, 1978.

 

NOTAS:

[1] Algunos lugares de la poesía, María Zambrano, Trotta, 2007.

 

Enrique Arias Beaskoetxea (Bilbao, 1958) tiene varios poemarios publicados en revistas digitales de literatura de España (Cervantes Virtual y Poemaria) y Francia (Revue d’art et de littérature, musique). Asimismo ha colaborado en publicaciones de España (Ágora , De sur a sur , 3D3 y Galeradas), Colombia (Túnel de letras), Venezuela (Letralia) y Estados Unidos (Furman217). Libros publicados: La lejanía de las cosas (Ápeiron Ediciones, 2017), Visible-Invisible (Editorial maLuma, 2017), Un mundo, una atmósfera (Ediciones Ruser, 2019) y Condición terrenal (Editorial Literarte, 2019). Más información en su web: https://enriquearbe.wordpress.com/.