Hablando con un haya de Julia Uceda, Por Enrique Arias Beaskoetxea

La poeta Julia Uceda nació en Sevilla (22 de octubre del 1925), es Licenciada y doctora en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla, fue profesora en la Universidad de Sevilla y en la Universidad de Cádiz hasta 1965. Se trasladó a Estados Unidos, donde residió hasta 1973, ejerciendo la docencia en la Michigan State University. Pasó posteriormente tres años en Irlanda hasta su retorno en 1976.

Se estableció en Ferrol (Galicia) en el año 1976 y allí ha escrito sus cuatro últimos poemarios; Del camino de humo (1994), Zona desconocida (2007), Hablando con un haya (2010), y Escritos en la corteza de los árboles (2013).

Julia Uceda es una escritora poco conocida para el público aunque con una producción poética importante, avalada por numerosos premios: Accésit del Premio Adonais por el poemario Extraña juventud (1962), Premio Nacional de Poesía (2003) por la publicación de En el viento, hacia el mar (antología de sus obras completas, 1959-2002), Premio de la Crítica de Poesía Castellana (2006)  y Premio Internacional de Poesía García Lorca (2019).

Hablando con un haya (2010) y Escritos en la corteza de los árboles (2013), que incluye una poética, suponen el retorno o el reencuentro con la naturaleza, en el sentido de la sabiduría antigua que presupone un “alma” a todo ser vivo, así la poeta puede establecer un diálogo con la naturaleza.

Ambos libros expresan claramente la poética de Julia Uceda, donde hay memoria y recuerdo, comunicación con la naturaleza, búsqueda del origen de la expresión, viaje al origen del ser humano desde donde se creó el lenguaje.

La memoria y el conocimiento tienen sus pautas, hay que dejar que se decanten a su tiempo, Quien dice memoria, dice también alma o inconsciente o sueño e incluso inconsciente colectivo. Sus poemas se elaboran con trozos dejados en la memoria, en los signos de la naturaleza, en la búsqueda de la expresión desde el origen donde surgió el lenguaje.

El libro «Hablando con un haya» tiene los poemas ordenados alfabéticamente puesto que no había una intención inicial de escribir un libro sino que eran simples esbozos anotados en una agenda. No hay orden cronológico o temático, éste puede ser aleatorio o alfabético, el orden es una estructura cerrada de la que huye la poeta.

El primer poema, “Agua ahogada”, deja claro su necesidad de limpiar las capas de polvo que los siglos han dejado sobre el lenguaje, Jabón, agua, lejía, arañar / virutas inquisidoras, polvo de nadas. El lenguaje, lo dicho y lo no dicho, es ahora cuenco vaciado, Agua ahogada en lo seco, / embarrada en lo oscuro. Trata de escribir desde el aire puro y dejar que surja lo esencial y escondido, las palabras profundas con otros tonos, la esperanza perdida / y una rosa / mientras / bebo / frío.

El poema “Ciudad” sería el contrapunto a lo natural, Verde y mojada / con frío en el corazón de piedra. La ciudad es el ámbito para lo anónimo, lo general, lo disperso, se oye lejana una flauta andina / o el saxo en  un bar de Nueva York.

En el poema “Del tiempo detenido” llega el lamento por lo perdido habiendo vivido en la ciudad, Durante todos estos años / yo no he vivido en Disneyland: / he dormido en alcobas / que hoy callan bajo el agua. Paradójicamente el tiempo no se ha detenido en la naturaleza, se han arrancado frutos antes de madurar, / las horas se han vaciado de sus voces. El tiempo va cayendo sin gloria, los pensamientos son barridos, cayendo en la nada, Lo huero frente a lo pleno. Pero mientras tanto siguen ocurriendo sucesos triviales o no, Aburrida, he dejado / que el té se enfríe en la tetera.

La poesía de Julia Uceda viaja desde el recuerdo al presente, de lo lejano a lo terrenal, buscando una comunicación con todos estos elementos, hallando en la búsqueda su propia forma de expresión.

“El agua de los cántaros” es un viaje del olvido al recuerdo, comenzando por el desapego del cuerpo, Chica, olvídate de ti. Comienza / por los pies, tan lejos de tus ojos. Pies que no son los mismos que aquellos que el bebé podía llevar a su boca. También pide que se olvide de los talones, de las manos, del resto, que se va diluyendo en la costumbre / de estar contigo desde hace tanto tiempo. Mas tanto olvido puede llevar a la pérdida de sí misma, de memoria y lenguaje; solo el recuerdo puede llevar al punto de partida, Cuando nadie / derrame ya por ti / las aguas tristes de los cántaros.

“ El hombre que cuida el río Hudson” es un poema que puede venir de un lugar remoto, como en el anterior poema, sin embargo es otro camino el tomado por ese hombre, Pete Seeger y su poema “Bach at Treblinka”. Pete Seeger es el cantautor más reconocido en EE.UU. y su canción “This land is your land” (original de Woody Guthrie) es un himno antibelicista contra la guerra de Vietnam. Parado en la distancia / no lo veo. Nunca lo vi. Solo oigo, como entonces / su guitarra y su voz antigua. Hoy, en el poema, ya es un hombre que cumple 90 años junto a los que creen en el tiempo de la esperanza, El río, / nacido de las nubes / al oír su voz / se siente tan seguro como los soldados. El tiempo pasa sin piedad y esos momentos y esas canciones caen casi en el olvido, Pero las voces que cantaron / se fueron hace tiempo. / Solo la suya permanece.                                                                                                                                                                                                   

En “Escalera” la poeta persigue en su ascenso algo indefinido, Sube, sube, si volara, si / es como si volara: no puertas / cerradas. Más allá de lo indefinido busca lo inefable, ecos / de palabras dichas o no dichas pero / oídas. Es un ascenso en busca del centro, acompañada por la música, pero la misma música / es ya otra música ouroboros. Música guardada en un recuerdo difuso, nave del comienzo / en la que no remaste / ni remaron por ti en los días nublados. El poema finaliza volviendo al principio, como el ouroboros (serpiente que se come la cola), Si volaras, / sube, sube como si.

En el poema “Forma final” se pasa del condicional a la interrogación, Cuando me vaya cuesta arriba y el camino / que solo yo conoceré ante mí se despliegue…¿de qué me acordaré?  Se cuestiona si se acordará de lo que fue, de lo devenido, de lo posado en el pensamiento como otra singularidad, ¿qué recuerda mi mano de cuando fue otra mano… recuerdo que se escapa de las manos, lo que estaba en aquel espacio temporal principio de todas las cosas, Todo presente en el tiempo confuso, / en todo lo revuelto. / Pero no alcanzo.

“Hablando con un haya”, el poema que da título al libro, trata de lo que llegó a su jardín siendo semilla y ahora es un esplendido árbol, el haya sitúa a la poeta en la escucha de las hojas movidas por el viento, a veces dicen adiós, adiós, o ven, ven… otras veces afirman o niegan pero ¿Hablan de mí?. Dialoga con el árbol en un idioma que desconoce pero del que espera respuesta, sabiendo que todo se transforma para volver al inicio, vacío o unidad, Bajo un azul que no es azul, / la vida de lo verde quemándose, / caminando a su barro, / a su humedad profunda, / a su retorno al vacío / en el que todo es uno nuevamente. La mujer de cabello revuelto, dice la poeta, busca, se tropieza, halla silencio y luego vocablos desconocidos, Umbrales, hayas, puertas… todo sin decir / en estos tiempos de penumbras / y de viejos idiomas olvidados.

En “Ikebana” (arte japonés de arreglo floral) el silencio del jardín inunda la casa, pero la poeta no ve la mano humana sino tal vez de alguien no creado todavía. El silencio produce paz para la autora y para el jardín, El silencio está vivo y acompaña, y mientras el mundo continúa perdido en su desvarío, la poeta se aleja de ese ruido externo, Estoy / con los árboles / y su silencio. / Y con la mano sagrada / de quien ignoro.

En el Kabuki (teatro tradicional japonés) los actores aparecen maquillados para un carácter, casi una máscara y muchas veces permanecen estáticos mientras se cambia se cambia el escenario.

En el poema “Kabuki» una figura aparece entre sombras, a la hora del amanecer, es la no invitada, ¿Ordené yo la muerte?. Antes del amanecer siente dos ojos que le observan con reproche, Y en vano les pregunto.

Es característico de la autora mezclar en un mismo poema verso largos, de más 14 sílabas, con versos heptasílabos e incluso con una simple palabra. Los primeros presenta la escena, el espacio temporal, la premonición de que algo ocurre, la búsqueda interrogativa sobre el suceso. Los últimos, versos cortos, resaltan el propósito del poema, versos como Silencio, Estoy o El río. Es ahí y de esta forma como la autora dirige nuestra mirada al punto de la diana que desea destacar.

“Moleskine” era en principio el título del libro, el poema usa la marca del cuaderno de viajeros, como la propia autora, para reseñar en siete poemas sus impresiones a vuelapluma de los lugares que visita, Loarre en Moleskine.3, Debería estar muerta / como la calavera de Loarre, Roncesvalles en Moleskine.4, Aún se oyen / las voces que no se han ido / sobre las crestas de las montañas, Jaca en Moleskine.5, Luego, en Jaca, Plaza de Biscós / una señal de  tráfico / Ceda el paso, y escrito a mano armada / menos a vascos y judios … Una distancia sin preguntas / entre su moleskine y los huesos de piedra.

Para finalizar en Moleskine.7: Ni es judía ni es vasca. / Procede de otras vidas / de árboles, / de caminos borrados que reviven / en palabras que une, / de las que se apodera / para ser ella misma / quien quiera que ella sea.

En el poema «No en Petra» podemos leer: Hablo desde el presente efímero, /sólo un nombre para la nada, la ciudad vive en un tiempo detenido, en un punto de la historia que no se puede reencontrar, con un lenguaje en la piedra que la poeta no puede conocer, No conozco los signos ni las sombras / de los dios fugaces / que se rinden al polvo / aunque algún día brotó el agua. La ciudad en el desierto permanece erecta a pesar de los siglos que el viento ha rozado sus muros, la ciudad vive en un permanente silencio, ¿Oye el sonido / que oyeron los primeros / ignorando aquello, / aquel quejido, se llamaría música. La visita a la ciudad deja cuestiones sin resolver, desde el espacio ignoto y luminoso / del que nada se sabe, mas nos sabe.

“Ouroboros” es la legendaria serpiente del Antiguo Egipto y la Antigua Grecia, representado con su cola en la boca, devorándose continuamente a sí misma. Explica el ciclo de la vida – creación, preservación y destrucción- que constantemente retorna para todos los seres y todas las cosas. Julia Uceda hace un ejercicio de síntesis en un poema de apenas 4 versos octosílabos con rima asonante en los versos pares: No me llames extranjero / Van diciendo por los siglos / Sucesivos españoles / A españoles sucesivos.

En el poema «Shame» (Vergüenza) la autora recuerda el ataque de Estados Unidos contra Hiroshima utilizando la bomba nuclear: mucho más allá de lo que fue llamada luz y mucho más allá, / más allá / de lo llamado tiempo que nunca más se llamó así.  Una acción militar que partió la historia en dos partes, pero en lugar de provocar vergüenza fue considerado un éxito, Wow, menudo pepinazo, dijo alegremente / en lugar de ¿Dios, qué he hecho?

La acción que provoca que se destruya la vida de personas y arrase edificios, va más de la destrucción,  Desaparecen.  / la realidad de los objetos / queda fosilizada en la pared. Mas la memoria debe permanecer para oprobio, ¿no os alegráis / de que el tiempo no pase para mí, y como toma de posición junto a las víctimas, Y tú. ¿de qué lado estás?

El poema “Trimurti de caballero” es un tríptico, un viaje que va del rostro a los pies y y regresa al rostro, reconstruyendo el alma de un caballero apesadumbrado por la melancolía y el peso del tiempo, convirtiéndose en una estatua que observa el mundo.

“Trimurti Rostro de caballero I” presenta al caballero que aún no conoce, apenas intuye el pesar sin saber si proviene del presente o del futuro, Se ha enfriado su piel y se ha empapado / de una melancolía que no sabe que es suya.  Un caballero que repite gestos antiguos sin reconocer su esencia, El peso de una historia / sobre los pómulos ardientes, / alas en el presente detenidas.

“Trimurti Pies de caballero II” busca en el caballero su esencia, su ADN dice la poeta, corazón gavilán triunfante / alimentado con mantequilla.  Lleva unos zapatos hechos a medida en una calle exquisita de Londres, ¿de que bestia inocente y maltratada, se pregunta la poeta proviene esa piel que calzará el pie del caballero aislado, Su mirada fría y poderosa /  cae / sobre las otras estatuas / alimentadas con aceite.

“Trimurti Rostro de caballero III”  regresa al caballero cada vez más ensimismado, Va pasando las páginas que fueron su futuro / como si el tiempo mojase sus manos. Pero tampoco en las manos puede reconocer quién fue, como no lo hizo en el niño que abandonó, mientras el desencanto va avanzando sin pausa, No pudo soportar el óxido, / página a página avanzando / por lo ilegible para él, por lo nunca encontrado. / Entonces, dejando a un lado sus quevedos, / cerró el libro y apagó la luz./

“Ventana”. Julia Uceda tiene la capacidad de expresar aquello que solo puede ser dicho por alguien que ha observado mucho. El cristal de la ventana separa el ser en dos mitades, la visible y la ausente.

Una es la parte que permanece al otro lado del cristal, naturaleza observada, quieta, La primera de ellas, ola de sal azul congelada en el aire.”  A este lado del cristal está la observadora, quien escribe y rememora lo que fue, sintiendo que el propio recuerdo es lejanía, La segunda, olvidada. / Sus recuerdos la alejan / del alféizar y del espacio. Asume esa distancia como propia, pues traspasar esa línea sería invadir al otro, para no tocar con las manos desnudas / hasta que el agua del  vaso se evapore, / derive en vacío / y se rompa.  Y lo que queda en la ventana, es una figura recortada, plana, pegada al cristal, inmóvil,  Y así / hasta el final en que una noche / le llegará una voz. Y aun estando abrigada para todos, /  tendrá frío.

«Estamos ante una poesía profundamente meditativa, desde la que Julia Uceda bucea proponiendo respuestas que, como las únicas posibles, conforman en sí mismas nuevos interrogantes. … Alta poesía la de Julia Uceda, merecidamente consagrada y urgentemente recomendable.» Raquel Lanseros,  Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 725, (noviembre 2010), pp. 127-129.

Reseña: Enrique Arias Beaskoetxea

Obra:  Hablando con un haya,  Julia Uceda, Editorial Pre-Textos, 2010.

 

Enrique Arias Beaskoetxea (Bilbao, 1958) tiene varios poemarios publicados en revistas digitales de literatura de España (Cervantes VirtualPoemaria y 3D3) Francia (Revue d’art et de littérature, musique). Sus poemas se han publicado en revistas de España (Ágora, De Sur a Sur, 3D3 y El Gato Negro), Colombia (Túnel de letras), Venezuela (Letralia y Alborismos), Uruguay (Casapais)  y Estados Unidos (Furman217 , Vuela Palabra y Baquiana). Ha publicado reseñas literarias en revistas de España (De Sur a SurGaleradas, y Odisea cultural) y Colombia (Noche Laberinto). Tiene los siguientes libros publicados: La lejanía de las cosas (Ápeiron Ediciones, 2017), Visible-Invisible (Editorial maLuma, 2017), Un mundo, una atmósfera (Ediciones Ruser, 2019) y Condición terrenal (Editorial Literarte, 2019). Escribe en el blog “Alfabeto” y cuenta con la web de autor  https://enriquearbe.wordpress.com/ y la página “Espace d’auteurs. RAL, M” (http://www.lechasseurabstrait.com/revue/spip.php?rubrique1253) 

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