Los cincuenta poemas del amor furtivo, Por Enrique Arias Beaskoetxea

Se cree que Bilhana nació a mediados del siglo XI, aunque se desconoce la fecha exacta. Dejó escrito que nació en un pueblo llamado Khonmukh (Cachemira). Fue un poeta hindú de gran renombre en la segunda mitad del siglo XI. Su obra, y la de sus contemporáneos, fue escrita en sánscrito que era el idioma común de esa región en ese momento. Algunos relatos de su vida sugieren que Bilhana murió en el año 1088, quizás antes de cumplir los 40 años.

Se atribuye a Bilhana la “colección de cincuenta del ladrón” (Caurapañcāśikā), Los poemas se inician siempre con la palabra adyapi: “aún ahora”. Octavio Paz prefirió “todavía hoy”. Óscar Pujol, traductor de esta versión, prefiere “aún hoy recuerdo” y para el título escoge “Los cincuenta poemas del amor furtivo”.

Se sabe que dejó su distrito natal durante el reinado del rey Kalasa (1029-1064). Empezó un viaje que lo llevaría al centro de la India y al peligroso encuentro con su princesa. Sus viajes lo pusieron en contacto con los miembros más importantes de la sociedad india y uno, el rey Chalukya Vikramaditya VI de Kalyan, quedó tan cautivado por el talento y la forma erudita de hablar que le otorgó el prestigioso título de Vidyapati, que se traduce como «Maestro de Aprendizaje». Otras fuentes indican que se concedió el título de Kaviraj que era un título de honor otorgado a poetas, bardos, cantantes en la corte real de la India medieval. En hindi y muchos otros idiomas indios, esas se abrevia Kaviraj como kavi, por lo que se le empezó a llamar desde entonces Kavi Bilhana.

Bilhana  fue encargado por el rey de la educación de su única hija, Yamini. Los poetas enseñaban Los Vedas (que significa conocimiento) que son una serie de himnos, oraciones,  textos de teología que contienen los fundamentos del derecho, de la gramática, de la fonética, de la melodía, etc. y por supuesto el conocimiento de la lectura y escritura. Pero además se incluían las enseñanzas del arte amatorio.

Con la cercanía diaria y el paso del tiempo poeta y princesa se enamoraron, y pasaron de la teoría a la práctica. Al ser descubiertos por los cortesanos de palacio, el rey condenó al poeta a la ejecución. Bilhana pidió, como último deseo, que se le dejara recitar un poema en cada peldaño del patíbulo, poemas que evocan su amor y sus encuentros eróticos. Se le concedió y así surgieron los cincuenta poemas, al llegar al último peldaño el rey reconoció el honorable amor por su hija y le perdonó la vida, permitiendo que ambos se casaran. Aunque otras versiones menos amables dice que fue enviado al exilio o incluso ejecutado.

El poema 1 comienza recordando un detalle en el vientre de la amada, Aún recuerdo / la línea del vello / que desemboca en su ombligo / su cara de loto desplegado, ésta es una característica de la diosa Párvati, amante del dios Shiva, que además suele ser representada con un loto en la mano. Párvati y Shiva pasaron mil años de amor en el monte Kailash, el poema finaliza recordando el final del acto amatorio, indolente tras la turbulencia del amor / como la sabiduría entregada al delirio.

El poema 3 rememora sus ojos y sus senos, deseando abrazarla, Aún hoy / si alcanzase a ver / sus ojos difusos como el loto. Finaliza con una metáfora frecuente en la literatura sánscrita, él (una abeja) y ella (flor de loto), y bebería de su boca hasta la hartura / como liba la flor una abeja embriagada.

 El poema 4 recuerda que sus amores son desconocidos por el resto del palacio, que en esa clandestinidad se desarrolla la unión amorosa hasta el desfallecimiento, Aún hoy la recuerdo / temblando por el oculto pecado cometido / con sus miembros incapaces de aguantar /. Tras el desfallecimiento llega el abrazo, usando otra metáfora común, sus brazos delicados como enredaderas.

En el siglo XIX en Francia comenzó a usarse el término “la petite mort” (la pequeña muerte) como símbolo del estado creado después del orgasmo. En la mujer es un desvanecimiento, más o menos largo, mientras que en el hombre es un estado más amplio, necesario para la recuperación de fuerzas.

En el poema 5 evoca la pasión con una mujer con características de diosa (cisne real), Y  la recuerdo luego / retozando en la profundidad de la pasión  / como un cisne real en un estanque de lotos. Mas tras la pasión clandestina llega el pudor, y al amanecer despertando / cabizbaja de vergüenza.

En el poema 7 vuelve a hacer la comparación con los dioses, Shiva es el amante de Párvati pero también es el Dios Danzante Nataraja, que destruye el viejo mundo para crear uno nuevo con su danza, Aún la recuerdo, / coreógrafa de la danza erótica / curvada por el volumen de los pechos / por las nalgas redondas, el poema continúa con la mención de otros atributos, su rostro y su cabello.

En el poema 10 une el posible final del poeta, Aún hoy / en el término de mi vida / con los rasgos del final de la relación amorosa en su amada, sus ojos temblorosos / por la fatiga que deja / el disfrute amoroso. Hay un hilo sutil que relaciona su próxima muerte con esa “petite mort” de su amada.

En el poema 13 aparece algunos rasgos del erotismo de la India, en el juego amoroso se producen arañazos, mordiscos, pequeños golpes, etc.. Recuerdo, / tras el velo caído / el ámbito hermoso de sus senos / y sus labios adornados con mordiscos. Es una batalla incruenta, como metáfora de la unión amorosa, que deja algunas señales en el cuerpo de la amada, la princesa Yamini.

En el poema 15, la amada tapa su cuerpo con cierta vergüenza ocultando las señales, la marca de los arañazos / que ella misma grabó / y recuerdo cómo / cubriendo esas señales con las manos, / luego se alejó / azorada por la vergüenza.

Siendo esta vergüenza una característica moral y a la vez ingenuidad de los primeros encuentros amorosos. En el poema 18 escribe el poeta, Pienso en su mirada transida / de vergüenzas y temor  cuando intenté desnudarla  para contemplarla / sin disimulo.

En el poema 20 se nombra una de las características más apreciadas, la redondez de pechos, nalgas, piernas, todas las curvas son excelencia en el cuerpo de la mujer, Aún hoy la recuerdo / sonriente, / inclinada por el peso de sus senos. Bella como una bandera en un monte sagrado, llameante y atractiva del Amor / que ondea en el monte Mandara del erotismo.

Óscar Pujol afirma en el prólogo: «Esta pequeña obra ha gozado de una popularidad y difusión extraordinarias. La clave de su éxito probablemente resida no sólo en la franqueza de su expresión, que nunca degenera en grosería como sucede tan a menudo en trabajos de esta índole, sino también en la sencillez de su estilo, en la cadencia suave de sus versos y en la atmósfera elegante y sensual que recrean.».

El poeta no olvida que su muerte está cercana, así en el poeta 22, Aún hoy, / en el momento de la muerte, / pensaré en ella, / y también el próximo renacimiento. En la India se cree en el círculo de vida y muerte, en el renacimiento, y que lo que se ve en el último pensamiento aparecerá en el primer momento de la siguiente vida. Cada poema es un peldaño más en su aproximación al patíbulo donde le espera la ejecución, por eso el poeta se empeña en fijar la imagen de la princesa en sus ojos.

En el poema 25 describe el otro lado de su muerte, dejará a su amada sin amante. Comienza el poema recordando el cuerpo, el deseo vivo, para finalizar con el futuro previsto, muerte o exilio, Ni por un momento / olvidaré a mi niña, / más apreciable que la propia vida / digna ahora de compasión, / desamparada, sin esposo.

El poema 27 rompe la dinámica del resto de poemas, no comienza recordando a la princesa sino asombrándose de que su mente, aún sabiendo cercana la muerte, abandona ese pensamiento para ir tras la amada, a la fuerza abandona / el culto de los dioses / y corre decidida / tras mi amada, / mi señora, / la más querida.

En el poema 31 relata lo que atormenta a su mente, el recuerdo de su detención en la habitación de la princesa mientras ella intenta impedir que se lo lleven los soldados del rey, Y no podría explicar / lo que no hizo ella / para defenderme de mil maneras.

El poeta prepara el momento de su muerte, Aún hoy / pensaré sin vacilar / en esa joven, / esperanza de mi vida, dice en el poema 33, pero en la creencia de otra vida sus últimos pensamientos serán para ella, a quien espera encontrar en la siguiente vida, Precisaré su forma con mi mente / para alcanzarla también / en la próxima vida.

La ley de karma (literalmente significa “acción”) afirma que todo acto tiene su consecuencia, si no es en esta vida será en la siguiente, una ley de causa y efecto. Así se cree que los últimos pensamientos del moribundo anuncian la consecuencia en la siguiente vida. El poeta prepara su mente, dedica su vida actual, pensando en la amada para, actos que tendrán efecto: encontrarla en la siguiente vida.

En el poema 34 son las abejas quienes liban el rostro, Besaban sus mejillas las abejas / que en enjambre volaban codiciosas / del perfume del loto de su cara. Metáfora ya usada en el poema 3, común en la literatura sánscrita, él (una abeja) y ella (flor de loto).

En el poema 35, el poeta cual abeja, embriagado al beber / el licor de su boca, recuerda a la amada cubriéndose la boca y el pecho para no mostrar las marcas que el amante dejó sobre ellos. Y recuerdo / cómo le estalló la piel /  erizada por todo el cuerpo.

Pero también hay lugar para las rencillas, el enfado o la ira, en el poema 36, al ver su cara malhumorada, deseando partir, el poeta cae a sus pies y le implora, ¡Amada!, tu esclavo soy, / disfrútame. Pues en el amor ambos tienen igual valor y naturaleza, ambos son actores del juego amatorio, ambos se entregan con igual pasión al otro.

A la hora de definir su belleza, poema 38, afirma en la primera estrofa, nadie puede describir / a mi incomparable esposa. Mientras que en la segunda estrofa afirma que se puede describir, pero solo quien haya contemplado su belleza, / y la de algo similar a ella / podría, y nadie más. Una declaración que viene a decir que nadie, ni siquiera el poeta, puede relatar la belleza inefable.

En la búsqueda de definición, en el poema 39, el poeta duda, o no sabe, quien es su amada; se pregunta si será quizás Urvashi (la aurora) o tal vez la diosa Lakshmi, esposa de Krishna. Al final se pregunta si el creador de su amada lo hizo simplemente, para embelesar al mundo entero / o con el deseo de ver / entre las jóvenes, un lucero.

Lakshmi (diosa de la fortuna) está asociada con la flor de loto, como Afrodita nació entre la espuma del océano, además de ser  la madre de Kama (deseo sexual), el dios del amor que dispara dardos de deseo. En este contexto hay que considerar el Kama sutra (Aforismos sobre el amor) como un tratado sobre el erotismo que define el sexo como una «unión divina», siendo además una de las materias que el poeta Bilhana enseña a la princesa Yamini.

Krishna -una reencarnación o avatar del dios Vishnú- es conocido como el auriga (cochero) de la cuadriga de Arjuna en la batalla de Kurukshetra, episodio que se relata en el Bhagavad Gita, uno de los textos sagrados de la India.

Su amada Yamini, en el poema 41, atormenta la mente del poeta cuando piensa que si pudiera acercarse la amaría sin descanso, Pues su cara, / transparencia clara / de la luna pura de otoño, / atrae incluso al corazón de los sabios. / ¿Cómo no el mío?

El deseo le lleva, una y otra vez, a desear el reencuentro con la princesa, anhelando una oportunidad más incluso en las puertas de la muerte, Aún hoy / entregaría la vida decidido, pues ella es, en el poema 42, el único santuario del placer / … / cuyas aguas sagradas son el amor.

A pesar de la belleza y las cualidades abundantes en el mundo, en el poema 43, Bilhana no encuentra las palabras para definir a quien tanto desea, Y a pesar de eso pienso / que no seré capaz de comparar su forma / con la de ningún objeto.

Si habitualmente compara el rostro de su amada con la flor de loto, en el poema 44 lo hace con la flor Kadamba, una flor que surge en la temporada de lluvias, cuando me anuncia, / al contemplar yo sus heridas, / el cansancio de su cuerpo. La misma flor es usada por el poeta Kalidasa en su célebre Megadhuta (nube mensajera) pues al florecer con el monzón,  los fuertes vientos llevarán su mensaje con las nubes hacia su amada.

Los últimos poemas están dedicados al recuerdo, que pronto desparecerá, Aún hoy no olvidaré / ni de día ni de noche, dice en el poema 46, No la olvidaré nunca, despierta tras dormida.

Recuerda a la muchacha, el cuerpo exhausto tras el amor, la mente embriagada por el deseo satisfecho, en el poema 47, La recuerdo como si fuese / la hierba curativa de mi existencia. La muchacha aún aprendiz de las artes amatorias se inclina entre la vergüenza y la impaciencia, y luego perpleja / por el círculo de mis besos /  y por el contacto miembro a miembro.

Los miembros, en sánscrito yoni y lingam, no son solo órganos sexuales sino energía masculina y femenina, activo y pasivo, cuya unión representa el fin de la dualidad.

En el poema 49 proclama de nuevo su propósito vital, Aún hoy / solo vivo para saborear el goce, pero sabiendo cercana la muerte, está en el penúltimo escalón del patíbulo, pide que acaben con su tormento, la lejanía de la amada, aniquiladme sin demora / pues os suplico la muerte / como único remedio / para apaciguar este dolor.

En el último poema, el número 50, recuerda a Hara (el que arrebata la vida), afirma que aún la tierra continúa en su lugar, que los mares albergan un fuego intenso, que aún viven un tiempo en que los hombres virtuosos / respetan lo acordado.

Pero el acuerdo es entre el poeta Bilhana y la princesa Yamini; ese acuerdo es respetado, el poeta a pesar de la condena jamás ha renegado ni se ha retractado. Queda en manos del rey la decisión de aplicar, o no, la condena a muerte. Puesto que no se describe la decisión, se deja el campo libre a las distintas versiones del final, es ejecutado finalmente o el rey envía al exilio al poeta.

En una de las notas al texto, Óscar Pujol nos cuenta que existe un texto, La respuesta a los cincuenta poemas de Bilhana, escrito por la princesa en la que se describe el perdón del rey después de que ésta amenazara con suicidarse. Son 41 poemas que la princesa dirige a su amado, en el patíbulo, que también comienzan con la expresión “aún hoy”.

El traductor, Óscar Pujol, afirma en el prólogo: «Es bien conocido que en la poesía lírica india los poemas que componen una obra no aparecen enlazados por una trabazón narrativa o argumental, sino que cada estrofa se constituye como un núcleo independiente con plena autonomía de sentido, mundo aparte, compartimento estanco en el que se procurará dibujar con unas pocas pinceladas un sentimiento preciso o algún detalle concreto de la relación amorosa. El caso que nos ocupa no es una excepción y, aunque exista una trama de fondo en un registro de leyenda, no por eso se tiene la impresión de que la acción avance desde un punto de partida hasta un punto de llegada, como en el caso del Meghaduta, sino que nos encontramos siempre con instantáneas aisladas que el recuerdo va sacando a flote»

Meghaduta que significa “la nube mensajera” es una obra de Kalidasa, probablemente el poeta en sánscrito más importante de la India. En el poema, Yakhsa es el encargado de cuidar los lotos de un estanque del dios Kubera. Una noche abandona su puesto para ir con su amada, momento que aprovechan los elefantes para entrar y destruir las flores. Yakshsa es enviado al exilio, lejos del Himalaya, pero observa que en temporada de lluvias las nubes viajan de sur a norte. Decide pedir a una nube que lleve poemas a su amada, indicándole el camino que debe seguir.

El Caurapañcāśikā (Los cincuenta poemas del amor furtivo) es una colección de recuerdos, sin orden cronológico, variando de tema en cada poema. Mientras que el Meghaduta (La nube mensajera) es una guía de viaje, con descripciones precisas de valles y ríos, encadenando los poemas en una narración. Ambos son poemas amorosos de un amante apartado de su amada pero desde dos perspectivas distintas, la condena a muerte frente al exilio, poemas del recuerdo desordenado frente a poemas engarzados como unidad narrativa.

Son las dos obras maestras de la poesía en sánscrito, desconocidas en occidente hasta que son traducidas en el siglo XIX al francés, en primer lugar, y posteriormente al inglés. Un siglo después se traducen al castellano.

 

Reseña: Enrique Arias Beaskoetxea

Obra:  Los cincuenta poemas del amor furtivo, Bilhana, Traducción y prólogo de Óscar Pujol, Hiperión, 1995.

 

Enrique Arias Beaskoetxea (Bilbao, 1958) tiene varios poemarios publicados en revistas digitales de literatura de España (Cervantes VirtualPoemaria y 3D3) Francia (Revue d’art et de littérature, musique). Sus poemas se han publicado en revistas de España (Ágora, De Sur a Sur, 3D3 y El Gato Negro), Colombia (Túnel de letras), Venezuela (Letralia y Alborismos), Uruguay (Casapais)  y Estados Unidos (Furman217 , Vuela Palabra y Baquiana). Ha publicado reseñas literarias en revistas de España (De Sur a SurGaleradas, y Odisea cultural) y Colombia (Noche Laberinto). Tiene los siguientes libros publicados: La lejanía de las cosas (Ápeiron Ediciones, 2017), Visible-Invisible (Editorial maLuma, 2017), Un mundo, una atmósfera (Ediciones Ruser, 2019) y Condición terrenal (Editorial Literarte, 2019). Escribe en el blog “Alfabeto” y cuenta con la web de autor  https://enriquearbe.wordpress.com/ y la página “Espace d’auteurs. RAL, M” (http://www.lechasseurabstrait.com/revue/spip.php?rubrique1253) 

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