AUTO/CRÓNICA: Presentación de «Recortes de un corazón herido: por la esperanza», por Matías Escalera

Sobre las presentaciones de libros y el (imposible) sentido del gozo y de comunidad en una ciudad capitalista

Cuando le planteé a Esther Lapeña la idea de escribir una auto/crónica de la presentación de mi último poemario, Recortes de un corazón herido: por la esperanza, en la sede de Huerga y Fierro, el pasado sábado 24 de mayo, durante un vermú poético, en plena “jornada de reflexión”, antes de nuestra última orgía electoral, no era esto lo que tenía en mente, pero, tras la breve pero interesante conversación que mantuve con un amigo escritor, durante el pequeño ágape que siguió a la misma –a la presentación de mi poemario, no a la “orgía democrática”–, quizás sea esta reflexión sobre el sentido de las presentaciones de libros en una ciudad como Madrid lo más adecuado e interesante, especialmente por la preguntas que nos planteamos y que se plantean aquí.

 
¿Qué sentido tiene presentar un libro hoy en ciudades como Madrid o Barcelona? ¿Hay algún sentido de comunidad que las justifique; o puede haberlo siquiera en ciudades así?

Se supone que presentar un libro, que es el resultado de tu trabajo –mucho trabajo– durante meses, e incluso años; de un esfuerzo, tal vez, ímprobo por encontrar editor; de horas de dedicación para terminar de elaborarlo, de corregirlo y de verlo finalmente, como tal objeto, entre tus manos; se supone que presentar el resultado de todo ese esfuerzo debería ser un acto gozoso y esencialmente comunitario, algo parecido al de presentar, en las sociedades tradicionales, a un hijo recién nacido al clan, a la aldea.

¿Pero queda gozo y comunidad en la urbe capitalista? ¿Queda acaso algún ápice de sentido del gozo y de la comunidad en nuestras inmensas ciudades estresantes, ruidosas e inhabitables? ¿Queda gozo y comunidad en nuestros actos y en nuestras vidas? Sin ir más lejos, ¿alguien gozó y se sintió partícipe de una comunidad en la “orgía electoral” del día siguiente…? (Y no me mintáis, ni os mintáis…)

En realidad, si lo consideramos bien, no importa tanto el tamaño de la ciudad, pues las inercias y constricciones que nos constituyen en este mundo construido por el capital van más allá ya del tamaño o de la localización. Quizás estas preguntas convengan al acto mismo de las presentaciones de libros, se den donde se den, ya sea en Alcalá de Henares, donde vivo, o en Torrejón de Ardoz, de donde apenas llegaba, pues allí lo había presentado justo la víspera, o ya se trate de Toledo o de Valladolid, a donde iré o habré ido (depende de cuando lean o se publique esta auto/crónica) recientemente.

En las gigantescas áreas metropolitanas, lo primero son las distancias y el tiempo, tanto si pienso en mi caso, que vivo a treinta kilómetros de Madrid, aunque dentro de su área de influencia (la mayoría de mis amigos y conocidos consideran que vivo “en Madrid”), como si vives dentro del núcleo urbano. La distancia lo explica casi todo, pero no todo, también está el número.

Y el tiempo, nuestro tiempo; pues, aunque vivas relativamente cerca del evento, debemos contar con otro factor determinante, nuestro tiempo personal; dicho en propiedad, con la imposible disposición gozosa y libre del mismo. No tenemos tiempo personal; nuestras agendas son imposibles y hace mucho que quedan fuera de toda lógica de un tiempo verdaderamente humano. Lo que nos produce no solamente una frustración enorme, sino un cansancio y un agotamiento invencible.

En resumidas cuentas, no disponemos libre y gozosamente de nuestro tiempo, por más que tratemos y traten de crearnos esa ilusión. Somos esclavos de nuestras agendas, llenas de actos y de eventos obligados e indeseados, como la agenda de tareas de los esclavos.

¿Y por qué el número?; porque en la ciudad capitalista tenemos, aunque solo en apariencia, demasiado de todo, también una legión de amigos, compañeros y conocidos; más, muchos más, de los que podríamos atender en varias vidas.

Está el hecho paradójico del reducidísimo círculo de amigos y de compañeros con los que nos relacionamos y contamos realmente, frente a las decenas o las centenas y millares, si los medimos en términos virtuales, de amigos, compañeros, contactos y conocidos con los que apenas tenemos relaciones reales, salvo esporádica e interesadamente.

Las distancias y el tiempo inhumanos que vivimos hacen imposible el sentido gozoso y real de la amistad, de la comunidad y del compañerismo; tenemos demasiados amigos y compañeros, conocemos superficialmente a demasiada gente, pero no tenemos tiempo ni oportunidad de profundizar ni de compartir nada con ellos, no tenemos tiempo ni oportunidad de hacer reales esos vínculos. Pero el hecho es que los mantenemos “para una necesidad”, como tenemos nuestros ahorros en el banco.

Y esto es, justamente, lo más inquietante, el sentido de ahorro y rédito que damos a esas relaciones. Hemos interiorizado en nuestras almas de tal modo la lógica del capital, que nos relacionamos ya casi solo en términos de beneficio y de acumulación (en este caso de capital relacional). Incluso en el trato con nuestros círculos más cercanos, si somos sinceros, no dejamos de incluir prioritariamente ese factor espurio por encima del simple gozo y del disfrute de la amistad; en muy pocos casos el mero gozo y disfrute gratuito de la relación predomina de un modo real y determinante.

El capital nos ha constituido y nos conduce, más allá de nuestra voluntad, a una instrumentación de la amistad y de la comunidad.

¿Por qué vamos, o no, a la presentación de un libro? Pues por una o por todas y cada una de esas razones. Porque simplemente estamos agotados, porque las distancias son de escala inhumanas; o porque no disponemos de nuestro tiempo, pues lo tenemos alienado; como nuestros sentimientos y el sentido de comunidad. O porque necesitamos ir para que nos vean, por la razón que sea, o por acumular contactos y capital relacional. Pero muy pocas veces vamos con auténtico gozo y ese sentido de comunidad que debería cimentar el evento; lo más, por amistad sincera con la persona implicada, y por ella hacemos ese sacrificio.

Por eso mismo la asistencia a un acto de presentación de un libro, más allá de esa asistencia obligada de la que hablábamos (que se nota mucho, aunque se trate de disimular) de los que van por un mero afán de acumulación o para que “se les vea”; la asistencia desinteresada se convierte así, por lo común, en un acto de amistad heroica y sincera, inestimable; como la ausencia de los que querrían, de verdad, estar, es algo completamente disculpable y comprensible.

Y es por lo que disfruté tanto de la presentación del otro día, en Huerga y Fierro, con el vinito, el tentempié y el fresco vermucito final, que estuvo realmente bien; conversaciones y reencuentros incluidos. Charo y Antonio se portaron como auténticos anfitriones (especialmente Charo, con su bizcochito de naranja recién hecho para la ocasión: muchas gracias, editoras así valen un Potosí, que se decía antes).

Y es por lo que agradezco tanto y disfruté tanto también de la presencia de los amigos, amigas y compañeros que acudieron, venciendo las distancias y el tiempo secuestrado en que malvivimos, sin más intención que compartir conmigo la salida de estos Recortes de un corazón herido: por la esperanza; como agradezco a los amigos y amigas que no pudieron estar y a esas otras personas que no conocía, pero que encontré allí, presentes por interés y mera curiosidad, pues de su presencia no iban a sacar nada más que el libro (firmado y dedicado con todo mi cariño, faltaría más) y toda la vida y la búsqueda de respuestas a las preguntas primordiales acerca de la esperanza que van en él.

Como agradecí y valoré en lo que valían las presencias, a mi lado, de Javier Lostalé y María Ángeles Maeso, que hicieron dos lecturas, profundas, hermosas y certeras (como, el día anterior, Carmen García lo había hecho en Torrejón, en la librería Arriero; o Francisco José Martínez Morán, unas semanas antes, en Alcalá, en la librería Diógenes).

Dos lecturas intensas que, como el cariño y la atención de todos los presentes, daban sentido finalmente a todo el esfuerzo y trabajo puesto en su escritura; justificando así todo, no solo su escritura, sino el valor de la amistad, del compañerismo y de la comunidad, en medio de nuestras vidas secuestradas y de nuestras ciudades inhabitables.

Así, pues, ante la duda de si tiene sentido o no mantener el actual formato de presentaciones de libros en las grandes urbes para autores que, como yo, no garantizamos ningún público postizo (pues para los otros, para los actores necesarios de la literatura industrial, que aportan público residual, claro que tiene sentido), creo finalmente que sí, que tiene sentido, al menos como la posibilidad de apertura y mantenimiento de un espacio de encuentro ocasional y gozoso de amigos y compañeros que no se verían de otra forma o que han logrado vencer un mediodía, una tarde o unas horas las constricciones e inercias impuestas por el capital y la gran urbe a nuestras vidas.

Presentar un libro, en estos casos, es, así, además, un acto de auténtica esperanza. Una valerosa afirmación del sentido de la escritura, de la amistad y del compañerismo, en una ciudad/mundo tan hostil al gozo gratuito de lo común y de todo lo humano.

 

Matías Escalera Cordero

 

 

Matías Escalera Cordero (Madrid, 1956) es un escritor versátil: poeta, novelista y dramaturgo. Ha publicado las novelas Un mar invisible (IslaVaria, 2009) y El tiempo cifrado (Amargord, 2014); los poemarios Grito y realidad (Baile del Sol, 2008), Pero no islas (Germanía, 2009), Versos de invierno (para un verano sin fin) (Amargord, 2014) y Del amor (de los amos) y del poder (de los esclavos) (Amargord, 2016), y Recortes de un corazón herido: por la esperanza (Huerga y Fierro, 2019). Es miembro del consejo editor de Tierra de nadie Ediciones. También fue secretario de redacción y actualmente asesor internacional de la revista de filología Verba Hispánica, editada por la Universidad de Ljubljana, en la que fue profesor. Esta primavera de 2019, se ha publicado una antología bilingüe de su obra, titulada Poemas del tiempo y del delirio (Poems Of Time And Delirium), en la editorial neoyorkina Artepoética Press Inc.

 

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