«El poeta Fernando Pessoa. Toda una literatura» (Parte I), por Amador Palacios

Texto de la conferencia «El poeta Fernando Pessoa. Toda una literatura» impartida el día 23 de enero de 2024 en la sede de la Real Academia Conquense de Artes y Letras, por Amador Palacios.

 

Fernando Pessoa es un poeta portugués con intensa nombradía en el país vecino. Canónicamente, le sigue en celebridad al clásico Luis de Camoens. Aunque para algunos –yo diría que para casi todos-, es ya, a estas alturas, más famoso que Camoens. Pessoa está representado en una estatua de metal a las puertas del café A Brasileira, en la rua Garrett, en pleno barrio lisboeta del Chiado, muy céntrico e histórico. En esa estatua Pessoa está sentado, y a su lado hay una silla vacía donde los turistas se sientan en ella haciéndose fotografías a cada instante. Pessoa es conocido para el público general por ser el poeta creador de heterónimos, sobre todo de tres poetas heterónimos muy consistentes. Incluso a mucho no lector de Fernando Pessoa le suena su nombre por este hecho. Los heterónimos no son simples seudónimos, sino auténticas personalidades creadas por un ortónimo, en verdad personalidades muy reales, no sólo meros nombres falsos y que ocultan el verdadero.

Pessoa tiene una obra profusa. Eminentemente poeta, pero también narrador (muy conocido y singular es su cuento El banquero anarquista), autor de ensayos filosóficos y literarios, también dramaturgo, escribiendo unas obras de un desarrollo estático muy originales. Asimismo abordó el mundo del ocultismo, con una serie de escritos esotéricos; él se declaraba astrólogo, y hacía horóscopos, horóscopos científicos, naturalmente. En menor medida, también encontramos en su producción tratados de comercio y contabilidad, pues estos temas le interesaban. Por supuesto hoy no vamos a analizar todos estos géneros pessoanos, ya que nos darían las uvas. Nos vamos a ceñir, fundamentalmente, sólo al problema de Pessoa y sus tres principales poetas heterónimos, añadiendo algunas secuencias históricas y biográficas de interés relacionadas con este fenómeno heteronímico.

Fernando Pessoa nació en 1888 y falleció en 1935. Al cumplirse el cincuentenario de su muerte, Portugal lo celebró a lo grande. Se escribieron muchos artículos sobre él, se impartieron innumerables conferencias sobre su figura. La radio y la televisión glosaron profusamente al personaje. Incluso en el campo de la docencia, desde los niños pequeños a los universitarios, a Fernando Pessoa se le rememoró con intensidad. Pero el gobierno de la República Portuguesa, presidido entonces por el socialista Mário Soares, quiso ensalzar la efemérides de Pessoa, en el 50 aniversario de su muerte, con un acto solemne.

Fernando Pessoa Odisea Cultural
Fernando Pessoa ‘en flagrante delitro’

Dicho acto consistía en trasladar los restos mortales de Fernando Pessoa, cuyo féretro reposaba en un jazigo (un pequeño y modesto panteón muy habitual en los cementerios portugueses), compartido con su abuela Dionisia, del cementerio de Lisboa, llamado curiosamente Cementerio de los Placeres, al Monasterio de los Jerónimos de Santa María de Belém, situado en este barrio lisboeta, a orillas del río Tajo, considerado el panteón nacional portugués. Allí reposan los cuerpos, entre otros, del navegante Vasco de Gama y del ya nombrado poeta Camoens. Pues nada, todo quedó así, y el desfile de un sitio a otro se realizó. El túmulo contenía los nombres de Fernando Pessoa, además de los de sus tres principales heterónimos poetas, reproduciendo unos versos de cada uno en cada una de sus paredes: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos.

Pasaron casi seis años cuando un diario español, el diario ABC, desveló que el traslado de los restos de Pessoa desde los Placeres a los Jerónimos fue un paripé, ya que los expertos que fueron a reducir el cadáver se encontraron con un cuerpo incorrupto; las ropas estaban intactas y su semblante igual que el día que falleció. Esto de que un cuerpo permanezca incorrupto no es algo muy misterioso; puede intervenir la meteorología y, sobre todo, el alcohol, ya que Pessoa era un gran bebedor y murió de cirrosis hepática. Hay una foto en la que Pessoa está bebiendo un chupito de ginjinha (un licor de cerezas, muy lisboeta) y el pie de foto está redactado por él y dice: “Fernando Pessoa, en flagrante delitro”. De forma que ese traslado, si bien aparente, en justicia no se pudo hacer, y el túmulo de los Jerónimos está vacío. Aunque Portugal, sabedora de la noticia del ABC, ignoró el hecho y hoy, si pinchamos el nombre de Pessoa en Wikipedia, nos saldrá que su sepultura está en el Monasterio de los Jerónimos.

También en los Jerónimos hay otra tumba vacía, que es la del rey Don Sebastián, aunque el estado portugués también persiste en que está ocupada; vuelvan ustedes a mirar en Wikipedia. Don Sebastián fue un monarca de la segunda mitad del siglo XVI, que ya era rey a los tres años. A los 14 se le declaró mayor de edad y empezó a reinar. Era un muchacho enfermizo, estaba zumbado, verdaderamente mal de la cabeza. Se creía, además, un adalid del cristianismo, anunciando que iba a acabar con los herejes turcos. Hizo viajes secretos al norte de Marruecos para reconocer el terreno y entablar batalla. Por fin se decidió y, aunque desaconsejado por su tío Felipe II (Don Sebastián era nieto de Carlos V), organizó un ejército de 20.000 hombres y entabló batalla contra el turco en Alcazarquivir, en el norte marroquí.

La derrota de Portugal fue estrepitosa. Un general español al servicio de Don Sebastián, el buen poeta renacentista español Francisco de Aldana, murió en la batalla, y el propio rey Don Sebastián también murió y su cuerpo no fue encontrado. Desde entonces surgió el mito del sebastianismo, en el cual han creído muchos intelectuales y en el que hoy es posible que siga creyendo alguno. Arrancó de unas coplas populares, jocosas, pero que se tomaron como proféticas, compuestas por Bandarra, un simple zapatero del pueblecito portugués de Trancoso. Sobre él, y la cuestión mesiánica que sus coplas implicaban, escribió el padre António Vieira, jesuita y gran predicador, que lanzó la idea de constituir un Quinto Imperio, después de los cuatro anteriores: caldeo, persa, euroasiático, que forjó Alejandro Magno, y romano; un quinto imperio donde judíos y cristianos estarían unidos en una Nueva Iglesia; un imperio de exclusivo visaje portugués y de índole no económica ni guerrera sino cultural, y que sería fundado por el propio rey Don Sebastián cuando regresase a Portugal en un caballo blanco y durante un alba gloriosa, a tomar posesión de su tumba en el Monasterio de los Jerónimos.

Se recomienda la película Palabra e Utopia, del importante cineasta portugués Manoel de Oliveira (1908-2015), que ahonda en los problemas de Vieira con la Inquisición. La base de esta idea reside en el fuerte orgullo de los portugueses. Nosotros, ignorantemente, podemos creer que Portugal es un pequeño pueblo, pobrecito y servil, y no es así; posee, por el contrario, un notable orgullo nacionalista.

También el mito sebastianista dictamina que la vuelta de ese monarca iría a conformar un Supra-Camoens. Una serie de escritos de Fernando Pessoa, si bien un tanto oscuros, sin embargo hacen deducir al lector avisado que Pessoa creía que ese supracamoens que iba a erigir en Portugal un nuevo imperio humanístico, no era sino él mismo. No es que él creyese, claro, que su persona era una reencarnación de Don Sebastián, ni que había nacido montado en un caballo blanco, pero sí suponía que su figura eclipsaba al propio Camoens. Y como él era muy consciente de que el sebastianismo descansaba en una base religiosa, quiso crear, para sí, una religión que no fuese el cristianismo, declarándose neopagano, desdeñando la estatuaria greco-latina y advirtiendo que, de todas formas, era difícil renunciar por completo al cristianismo, relacionado claramente con el paganismo. Pessoa escribía que no es que la Iglesia Católica se hubiese influido del Imperio Romano; es que era ¡el Imperio Romano! El paganismo iría a ser la religión de sus heterónimos.

Todo esto se comprende muy bien con la lectura de un libro titulado El regreso de los dioses, que reúne una serie de textos redactados mayormente por el heterónimo filósofo António Mora, y donde debaten los heterónimos y el propio poeta ortónimo Fernando Pessoa. Hay que decir que El regreso de los dioses es un libro reconstruido; Pessoa no lo escribió estructurando su contenido, ni esos escritos que contiene se pensaron para la imprenta. Él sólo publicó un libro, Mensagem, en español Mensaje, ya al final de su vida, de tonos patrióticos y nacionalistas, y éste sí lo escribió adrede. Lo demás es bien diferente. Fernando Pessoa escribía de un modo incesante; escribía en hojas sueltas, anotando algunas marcas, contraseñas temáticas, en los márgenes. Esas hojas las iba echando en un baúl, que es lo que se conoce por la célebre arca pessoana.

Los estudiosos y editores han tenido que revolver entre esos papeles para luego reunir escritos homogéneos y publicarlos como un libro. La responsabilidad de la reconstrucción de El regreso de los dioses, y la traducción, recae en un escritor español, castellano-manchego para más señas, manchego de Ciudad Real. Su nombre es Ángel Crespo. A él se debe el máximo acercamiento de la obra de Pessoa al lector español. Muchas traducciones de importantes textos de Pessoa en castellano, y muchas magnas interpretaciones sobre su obra se deben a Ángel Crespo. Al final de esta charla lo volveremos a mencionar para resaltar su beneficiosa labor.

 

Amador Palacios

 

El próximo viernes, 14/06/2024, no te pierdas  «El poeta Fernando Pessoa. Toda una literatura» (Parte II)

 

Amador Palacios (Albacete, 1954) es poeta, traductor y crítico. Ha sido fundador, consejero o director de diversas publicaciones. Colaborador en numerosas revistas de literatura y suplementos literarios. En la actualidad es crítico de “Artes y Letras” de ABC, articulista de El Diario.es y colabora asiduamente en las revistas FronteraD, Campo de Agramante y Odisea Cultural. Miembro del consejo asesor de la Fundación Carlos Edmundo de Ory y uno de los principales estudiosos del movimiento postista. Becado durante varios años consecutivos por la Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa, es traductor de importantes poetas portugueses y brasileños (Cesário Verde, Camilo Pesanha, Miguel Torga, Casimiro de Brito, Lêdo Ivo y Vinicius de Moraes, entre otros). Miembro de la Real Academia Conquense de Artes y Letras (RACAL). Ha compilado sus estudios sobre la vanguardia poética española en diversos volúmenes. Biógrafo de los poetas Ángel Crespo, Gabino-Alejandro Carriedo y Dionisio Cañas. Su poesía ha sido recogida en 2018 en la antología Las palabras son nocivas, publicada por la editorial Pregunta de Zaragoza.

 

Imágenes: Las imágenes de este artículo forman parte del archivo personal de Amador Palacios y han sido cedidas por el autor en exclusiva a Odisea Cultural.

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