La poesía esencial de José Corredor-Matheos, por Amador Palacios

JOSÉ CORREDOR-MATHEOS portada

La llamada periferia de lo que se dio en llamar Generación del 50, fuera de la consabida estrecha lista constituida específicamente en el llamado grupo poético de los años 50 (García Hortelano), es muy amplia. En esa periferia se ubica el escritor José Corredor-Matheos (Alcázar de San Juan, 1929).

El presupuesto principal de esta etapa de la poesía española es, abandonando un tanto los imperativos postulados sociales y orientándose hacia un intimismo emblemático de la filosofía de un mundo interior, abogar por una teoría poemática del conocimiento desdeñando la prevalencia de la comunicación que, con insistencia, se defendía anteriormente. Refiriéndose a este problema, escribe Corredor-Matheos en su texto Sobre lo que no es poesía: “La poesía no se escribe para ser comunicada: resulta fatalmente comunicada, que es otra cosa, y circula por los conductos que hacen posible esa comunicación. La poesía no es información, como alguien tendrá tentación de decir. La poesía empieza donde la comunicación y la información acaban: donde todo acaba.”

Publicar en los libros negros de la colección Letras Hispánicas de la editorial Cátedra le hace a uno ser un escritor canónico. El número 836 de esta colección lo ocupa la antología Sin porqué (Poesía esencial 1970-2018), de José Corredor-Matheos, en edición y selección del poeta, profesor, músico y crítico literario Ricardo Virtanen, quien en las páginas de la completa edición crítica explica el recorrido de la poesía de Corredor-Matheos, además de centrarse minuciosamente en el objeto del libro: la selección antológica de seis de sus libros, desde Carta a Li Po hasta Sin ruido, más unas canciones, unos poemas sueltos y unos cuantos inéditos. Todo ello arropado por un excelente aparato crítico, desarrollado en acertadas divisiones temáticas y unos muy esclarecedores subsidios bibliográficos

José Corredor-Matheos siempre ha sido un sincero poeta adaptado al tiempo en que su producción poética se iba desarrollando, sin nostalgias, sin empecinamientos. En uno de sus primeros libros, Poema para un nuevo libro, que obtuvo el prestigioso premio Boscán en 1961, Corredor asume esa corriente rehumanizadora, testimonial y contestataria que abarcó casi todo el período franquista: «Todo está bien ahora. / Supongo que estoy vivo, / bien despierto, que pienso, / que este grito es mi grito», con un marcado componente irónico que protestaba contra el adocenamiento y la falsedad que el ambiente quería imponer.

Hizo sonetos, poesía social, y alambicó su pensamiento a favor de esa expresión necesaria motivada en gran parte por las funestas circunstancias. Habiendo cumplido su papel en el neorromanticismo de la poesía que convivió con la última era dictatorial en España, supo continuar no lanzándose a un culturalismo caduco ni a la adoración umbilical de su vida privada, sino adoptando en su poética la clave sustancial y no circunstancial que dona una palabra inmarchitable

En esa época, muchos poetas —Corredor entre ellos— llenaban sus poemas con elementos negativos, resultando esta negatividad realmente acción, acción de la existencia (¿existencialismo?) encaminada a difuminar, con el arma de la expresión, la mentira del Régimen. Pero esta acción fue periclitando, impotente en su aspiración a ser efectiva, y a ciertas alturas lo que realmente importaba era resaltar la potencia del individuo apoyándose en las verdades esenciales ajustadas en una expresión desnuda y en la filosofía del no saber que, paradójicamente, quizá fuera lo más efectivo en aras de la solidaridad humana; una opción, en definitiva, a favor de la elipsis enfrentada a los abusos discursivos.

Corredor-Matheos dio con esta solución al escribir su libro Carta a Li-Po,  concluido y publicado en 1975. Desarrolló  así una nueva etapa de su poesía que, hasta ahora, no habrá nunca de abandonar, asentando su poética en un discurso económico, de corte zen, exhibido como un resuelto y genuino realismo. Tal vez pensó que el realismo de su etapa anterior se complicaba teniendo que depender del ritmo convencional, la rima, los hipérbatos y encabalgamientos consiguientes. Y decidió optar por una dicción límpida, esticomítica, insuflada del realismo que muchos otros no habían entendido.

La publicación de su libro El don de la ignorancia fue recibida por, entre otras, una reseña de Luis García Jambrina titulada “Nihilismo vitalista” (ABC-Cultural, 4-9-2004). Este nihilismo vitalista, aclarando los procesos y cruciales giros corredorianos, enunciado por García Jambrina, se materializa en una poesía minimalista alusiva a la percepción plena del instante, con una aspiración orientada a una nada que no se agote en sí misma; una nada que si bien sea sustento del término nihilismo, afirme, sin embargo, la realidad de cada día, es decir, abocada a una negación salvífica: «No hay pájaros que vuelen / y no hay tampoco aire, / aunque pueda volver / a respirarlo / con la misma delicia. / El sol brilla con luz / que se apaga conmigo. / Los caminos abiertos / por el hombre / se cierran con el hombre.»

Frecuenta Corredor-Matheos la tentativa metapoética, por la que el poema queda explicado en una desnudez esencial y verdadera que late bajo el mismo,  siendo así las palabras espejismos y el poema, en realidad, y purgado de la vana apariencia, decantación de un solo nombre, quizá ignoto pero aglutinador, mas verdadero: «No busques el poema / en el poema, / no busques la montaña / en la montaña, / ni los nombres de Dios / en el nombre de Dios. / Que los nombres, al fin, / sean un solo nombre, / y un número los números.»

Metapoética abocada a un sentido místico. Este sentido místico, de despojamiento y esencialidad —siendo un reflejo poético que trasciende la propia experiencia— queda perfectamente esquematizado en estos versos: «y no hay nada, no hay nada / que se pueda cantar, / si no es el canto mismo.» El poeta confiesa que «todo lo que he logrado / es escribir poemas / que son sólo poemas.»

En suma, la poesía de José Corredor-Matheos atiende a un concepto formalmente esencial, aunque es una poesía desprovista de la rigidez de lo que se entiende por poesía pura, pues ésta de Corredor tiene mucha ironía y un objetivo distanciamiento, nítido, de las cosas: “Tendido aquí en la arena, / veo volar / las gaviotas / me pregunto: ¿y el mar, / sabrá volar el mar?”. Estos versos gestan una realidad que es más amplia que el hecho del mundo de la que parte (la vivencia que delibera), realidad que, definiendo el mundo, lo contiene en una perspectiva superior a los estrictos límites del mundo. No se olvide que una referencia capital en la poética de Corredor-Matheos son los escritos del filósofo Ludwig Wittgenstein.

Su poesía, a mi entender, ha ido evolucionando en el continuum de esta visión poético-filosófica que objetiva el instante y lo dilata en el tiempo a través de una observación que, contundentemente, aleja lo dogmático.

 

Amador Palacios

 

Amador Palacios (Albacete, 1954) es poeta, traductor y crítico. Ha sido fundador, consejero o director de diversas publicaciones. Colaborador en numerosas revistas de literatura y suplementos literarios. En la actualidad es crítico de “Artes y Letras” de ABC, articulista de El Diario.es y colabora asiduamente en las revistas FronteraD, Campo de Agramante y Odisea Cultural. Miembro del consejo asesor de la Fundación Carlos Edmundo de Ory y uno de los principales estudiosos del movimiento postista. Becado durante varios años consecutivos por la Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa, es traductor de importantes poetas portugueses y brasileños (Cesário Verde, Camilo Pesanha, Miguel Torga, Casimiro de Brito, Lêdo Ivo y Vinicius de Moraes, entre otros). Miembro de la Real Academia Conquense de Artes y Letras (RACAL). Ha compilado sus estudios sobre la vanguardia poética española en diversos volúmenes. Biógrafo de los poetas Ángel Crespo, Gabino-Alejandro Carriedo y Dionisio Cañas. Su poesía ha sido recogida en 2018 en la antología Las palabras son nocivas, publicada por la editorial Pregunta de Zaragoza.

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