«Mujer frente al caos» de Andrea Aguirre, reseña por Gsús Bonilla

Andrea Aguirre portada

El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un ‘único sentido’, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor. Así decía Nietzsche que habló Zaratustra. Andrea Aguirre, sin embargo, con este conjunto de poemas nos convoca frente a esa gran razón (la cual yo, además, imagino con orejas de punta, hocico y afilados dientes, como si fuese una bestia lobuna… también, es obvio, llena de pluralidades y de paces y de guerras) nos convoca, digo, para contradecir al profetólogo, porque ella nos asegura que el cuerpo, al menos el suyo, tiene muchísimos más sentidos que uno solo.

Percepciones que cuelgan en la cotidianeidad de una pared torcida; significados insumergibles como barcos negreros que nos navegan por los mares de la memoria y el tiempo pasado. Andrea, en Una mujer frente al caos, nos ofrece una desbordadora colección de emociones que se nos aproxima para tocarnos, y cuando se origina el contacto este no es brisa, ni pluma, ni mano de seda; no se produce con la suavidad del guante-poesía que esperamos nos salve de algo.

Guante de boxeo, guante cota de maya una conciencia, la suya, clara y evidente de que la vida te está pasando amenazante, con la mejor de sus cuchillas, afilada y brillante. Y es ese el conocimiento que ella posee sobre sí misma, y, obviamente, sobre su existencia y su relación con el mundo. Poesía entonces, para la auto defensa.

Ese conocimiento detallado, exacto y real, es el que -a mi juicio- la lleva a escribir uno de los mejores poemas de todo el libro, el primero con el que nos vamos a encontrar en él: un cuerpo/ siniestro y degradado/ este cuerpo/ que es mi cuerpo/ y no es ni cielo/ ni infierno/ ni purgatorio. Escribe.

En este primer apartado de los cuatro que dividen Una mujer frente al caos, se podría decir que el protagonista es el ‘caos, es decir Un cuerpo vacío, es decir: este cuerpo que no permite la luz en una opacidad reveladora (como ella misma nos apunta) pero no es menos cierto que hay además otros papeles principales además de vacío, cuerpo, como por ejemplo: madre, mujer, palabras clave, que conforman una voz como estrella única y que, sin exceso ni gesticulación, nos indica que por debajo de la piel, adentro de nosotras, mujeres (quizá también hombres), hay una sociedad organizada que a veces agoniza. Una voz precisa y necesaria como el aire para respirar, como los latidos para el corazón, que nos coge la mano para regresarnos al origen nutricional, es decir, a la vida misma.

Ausencia. Existir. Desaparecer: CANCIÓN PARA LOS AUSENTES, en otras palabras, ella, Andrea, donde tiene la capacidad de transmutarse en el mismísimo seno materno, es decir, la generosidad, es decir, la bondad, es decir, la paciencia inagotable de quien tiene la capacidad y valentía de escribir en un papel: esta es la soledad de los ausentes (como dice el primer verso de otro poema imponente, con que se abre este capítulo). Y a partir de este punto se genera un espacio de ser fundamento y esperanza, de credibilidad de lo bueno y sin embargo, el hueco, la herida como interrogante y la rabia como respuesta; el deseo y una génesis de emociones tal, que allá, en lo más oscuro y espeso de este bosque, es la hora en que habla la contundencia de la poesía, y habla por boca del asombro y del espanto:

ojalá los sauces no fueran árboles tan bellamente tristes como animales que saben mirar con ojos sabios justo antes de ser torturados.

…es la hora en que habla la contundencia de la poesía y habla por boca del asombro, y del espanto:

obligaron a las aves a desmenuzar sus plumajes sucios para volar sin cargas y devorar sus nidos.

…es la hora, repito, en que habla la contundencia de la poesía y habla por boca del asombro, del espanto:

mis padres me contaron, hace años, cómo vieron caer los cuerpos desde un helicóptero al Río de la Plata.

La poesía, entonces, en este libro, no son los mensajes que se pierden por los caminos, no es instrumento para intentar cambiar el mundo, ni una declaración pública que señala con la punta del lapicero la realidad que nos rodea, si quiera un ejercicio para concienciar contra una injusticia determinada. Ni mucho menos aún, un caramelo de buenísmo, ni el obstáculo y trampa al que nombramos flor y belleza, que nos engaña sin escrúpulos a quienes se atrevan a cruzarse en su camino. Aquí, lo que me encuentro, es con una poética de conflicto y posicionamiento; en primer lugar del conflicto con una misma, obviamente, y un posicionamiento claro de lucha y no renuncia a lo que se es y a lo que nos han dejado ser, para desde ahí, desde el espacio despojo, desde el espacio combatiente, conformar una aguerrida estrategia planificada contra el gremio del miedo y sus sindicalistas asociados.

Hay, o habrá, se dice, poesía en los cantos y décimas y en los proverbios. Pero la poesía adonde en verdad reside es en la propia vida de uno/a misma. En una mujer frente al caos, página a página, vamos atravesando sensaciones de un cuerpo fragmentado, vacío y transparente, invadido por una hostilidad que encamina a una poeta hacia al límite, al propio cuerpo como muro y frontera, como límite.

Silencio. DESPUÉS EL SILENCIO. Apuntaba el otro día en mi diario, que ahora que paseo mi vida entre jardines, me gusta esa idea de que las plantas sueñan. Aunque todavía no se sepa si es cierto o no que las plantas sueñen. Pero lo que sí se sabe es que las plantas duermen. Repliegan sus hojas como si estuvieran durmiendo. También se sabe, que a medida que van cumpliendo años duermen menos y toman una posición similar como cuando eran brotes. Igual que nosotros, como cuando éramos un feto… bueno pues, esa es la ausencia de ruido donde me obligo a determinar el silencio, no en otro espacio o lugar, no en la falta de vida, no en el deceso, no en el trance hacia a la nada, es decir, en la muerte, como por ejemplo algunos aseveran que es donde se origina el silencio. Y, sin embargo: todos los mundos están en otra parte, como ella misma nos apunta, para dirigirnos hacia el más terrorífico de todos los silencios y el que menos siempre tenemos en cuenta, es decir, el silencio tapadera, cómplice, encubridor.

En palabras de Andrea: todo aquello que escondemos a la espalda, todo aquello que no queremos ver. Es decir: os ofrezco, aquí ahora, a vosotros, toda mi cobardía, sin máscara, mi cobardía pura íntegra, en este poema, en este momento, ya podéis condenarme. Silencio. Monstruo. Trauma. Amor. Deseo. Tener. Penumbra. La oveja detrás de la oveja, y a su vez rodeada de otras ovejas, ocultas entre el rebaño, es decir: no hay tiniebla ni sombra que no se jacte muy nítida de su clara y deslumbrante supervivencia.

En PRUEBA DE VIDA, el cuarto de los apartados con que se cierra Una mujer frente al caos, las palabras clave que Andrea nos apunta son: prueba, existencialismo, resiliencia, orden, tragedia, vida, frente a, determinismo, libertad. Lo explicable. Lo inexplicable. El frío no nos abandona a pesar de la precisión del calendario, escribe. Es el capítulo donde la poeta, en su resistencia se niega a sucumbir, da un paso hacia adelante y se pone al frente de la adversidad, llegando a abrazar el desastre, y se alía con este caos que ha venido acompañándola a lo largo de todo el libro; pareciese entonces, que el orden se encuentra en el desorden, evidenciándose el coraje porque el miedo finaliza. Resulta que es cuando la fuerza surge de la debilidad. Claro, me digo, y rememoro otro verso que aparece en uno de los apartados anteriores, y que dice: ‘alrededor de una silla nos sentamos en un corro esperando que la noche encienda nuestro sueño’. Ese corro es importante, y lo entiendo como otra clave de este estupendo libro, porque en él reside el acompañamiento y de él emana la asamblea de citas a la que la autora nos convoca, por ser acompañamiento, auxilio y asistimiento, en la lectura propia.

Poemas, versos, en definitiva, palabras que no tratan de convencer a nadie, sino que cada cual hace lo que considera con tal información, y ese sentirse acompañado, el cual, indistintamente, a todos nos regala siempre la poesía. Andrea da buena cuenta de ello a lo largo de todo el libro, de esta poesía que nos acerca a las personas, que nos identifica y que nos hace sentirnos menos solos, Andrea, en Una mujer frente al caos convocó, entre otros, a Chantar Maillard (por dos veces). Federico García Lorca, María Antonia Ortega, Silvia Tubert, Josefa Parra, Siri Hustvedt, Gioconda Belli, Moritz Fritz, Zinaida Gippius, Rubén Romero Sánchez, Lorenzo Oliván o Cherubina de Gabriak, y, sin embargo, no han sido traídos aquí para circunvalar la hoguera, sino que han sido convocados a ser la propia hoguera. No estamos hechos para el frío, llega escribir.

Y en verdad, y a mi juicio -con esto termino- que ante lo que estamos es, ante un libro de una poeta grande, la cual decidió dejar enterrado, o sí o sí, su ombligo. Hizo un orificio y lo cubrió de tierra y de él ha brotado una mujer frente al caos, donde el dolor es una escultura hermosa, un verdadero canto a la belleza en una mundología fea. Lo bello como dolor y sin embargo cuerpo y cordón umbilical que solapa a una realidad, la suya, incomoda. Por este motivo digo, y tendréis la oportunidad de comprobarlo, que es un espectacular libro de poemas.

 

Reseña y selección de poemas por Gsús Bonilla

Texto presentación «Mujer frente al caos», de Andrea Aguirre.  Leído en ALEATORIO BAR el 09 de Junio, 2017.

 

SELECCIÓN DE POEMAS

 

Os ofrezco

 

aquí

ahora

a vosotros

 

toda mi cobardía

sin máscara

 

mi cobardía

pura

íntegra

 

en este poema

 

en este momento

 

ya podéis

condenarme

 

….

 

el río es,

también,

una forma de locura,

 

sus curvas y afluentes

su ansiosa forma de morir

ahogado en el mar

 

es una sinuosa forma de locura

 

se lleva los cuerpos, dicen

 

dicen, que se lleva,

también,

la memoria

 

….

 

no desprecies nunca el caos

de aquellos que dudan de ti;

quizás sus quejas contengan

aquellas preguntas que siempre

anduviste buscando.

 

quizás son aquellos que sufren

quienes muestran la luz desde la sombra

por puro deseo de hallar

una visión más clara

de su interior en penumbra.

 

«La mujer frente al caos» de Andrea Aguirre, La Penúltima Editorial, 2017.

Andrea Aguirre (Buenos Aires, 1980) es licenciada en Pedagogía y Máster en Programas de Intervención Psicológica en Contextos Educativos por la Universidad Complutense de Madrid. Además de escribir, sobre todo poesía, compagina sus estudios de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Complutense con su trabajo como pedagoga. Sus dos primeros libros, ‘Lunas de agua’ y ‘Sueños de cristal’, fueron publicados por Ediciones Antígona en 2007 y desde entonces sus poemas han aparecido en diversos medios literarios, entre ellos las revistas Álora y Cuadernos del matemático, así como en la antología poética Voces del Extremo Madrid (2013).  También ha publicado ‘El ciclo lunar de los paréntesis’ (2012) y ‘La infancia suicida de Verónica Qué’ (2013) en Ártese quien pueda Ediciones, y ‘El mapa de la existencia’ (2015) en la editorial Tigres de Papel. ‘Mujer frente al caos’ (La Penúltima Editorial, 2017) es su último libro de poemas hasta la fecha.

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