PALABRA DE ARGONAUTA – Elena Román

Cuentos de Elena Romás acompañados de la obra fotográfica de Jesús Horcajada
Regresamos con una nueva autora a Palabra de Argonauta, la sección de narrativa de Odisea Cultural. En esta ocasión, contamos con cinco microrrelatos de Elena Román (Córdoba, 1970), y obra fotográfica de Jesús Miguel Horcajada (Ciudad Real, 1988).
También exponemos las bases de admisión de propuestas narrativas (anotamos: plazo abierto, para facilitar la colaboración permanente) para nuestra sección. Sin más que añadir, disfruten de los textos seleccionados y de la exposición fotográfica.

 

TRECE

Estaba saltando a la comba. Uno, dos, seis, nueve, diez, catorce. Se me enredó una pierna y me caí hacia atrás, golpeándome la cabeza contra la pared. Me levanté, mareada, y me volví a caer: perdí el conocimiento. El doctor aconsejaba dejarme ingresada unos días para hacerme unas pruebas, pero yo no quería. Yo quería regresar a casa de la mano de papá, y eso hicimos. Diecisiete, veintiuno, treinta. Habían quitado de en medio todas las cuerdas, porque volvía la niña inútil, y todos los objetos puntiagudos, porque volvía la niña doliente. Mamá me había guardado las sobras de la comida por si traía hambre; ni le contesté. No quiero hablar con ella. Treinta y tres, treinta y cuatro, cincuenta y ocho. Dice que soy una inútil, que no hago nada bien. No sé planchar, es cierto; o la tabla está muy alta o yo soy aún muy pequeña. A mamá no le tiembla el pulso al contacto con el almidón, como a mí. No le tembló al estamparme la plancha en la nuca, para castigar mi torpeza. Cien, mil, cero, uno, dos. Desde fuera somos una familia tan normal como las demás (desde fuera yo saltaba a la comba). Desde dentro, mis tripas cantan y me duele la cabeza. Cuando al fin se hayan dormido, iré a la cocina a por mi comida, si es que no se la han dado al perro. Trece.

HISTORIA DE UN LLAVERO

El día que me fui de la casa marrón, para celebrarlo, me preparé un buen plato de espaguetis, porque no sabía cuándo volvería a comer caliente y la noche anterior había soñado que mordía lianas con queso. Yo iba buscando el descampado, acostarme sobre una colilla, taparme con una piedra y pasar el tiempo así, pasando el tiempo. Pero por el camino vi una casa roja, llamé, me abrieron, entré, me invitaron a comer espaguetis y sacaron del congelador una cama que caducaba a la mañana siguiente. También estuve en la casa verde, en la amarilla, en la rosa, en la azul… y en todas me cedían una cama de una noche y unas palabras de un día, y ante lo inesperado de mi visita improvisaban cocinando… sí, espaguetis. Yo agradecía su hospitalidad regalándoles historias de llaveros con las que decían sentirse identificados. Cuando al fin llegué al descampado, olisqueé el aire en busca de la zona en la que se concentraran más raíces de tamarindos subterráneos y allí me senté. Agarré un puñado de aquellas raíces, las herví en un litro de sudor que había guardado para la ocasión, les espolvoreé encima un poco de dedo rallado y dejé que se enfriaran porque no iba a comérmelas. Y mientras observaba cómo se rompían las cosas que estaban lejos, no, no pensaba en el retorno: pensaba en una casa blanca y en un gran plato de macarrones.

VELOURIA

Winda pensó que lo mejor que podía hacer era soltar lastre. Se quitó las katiuskas, el abrigo de charol y el ataúd, y los arrojó a lo largo del camino de árboles. También se quitó las gafas y por eso no vio la aldea que tenía enfrente hasta que no se estampó contra ella. Contra toda la aldea. Porque era muy pequeña. La aldea. Winda la percibía como una masa borrosa de muchos colores, cúpulas con espinas y calles desiertas pero vistosas. Y cómo olía… a flotadores rojos, a mermelada helada, a suspiros positivos, a lluvia de caramelo. Tropezó con un riachuelo pero, como no quería nadar, se limitó a echarse agua en los ojos y en la boca, un agua que al salir de su hábitat se solidificó y transformó en dos lentes y un bozal. Winda veía ahora, sí, y con una claridad insólita, aunque por otro lado no podía morder el polvo, ni la fruta ni las palabras, y eso le hacía temblar de hambre, creer desfallecer, delirar e imaginar al guerrero sentado en una piedra detrás de su lanza, junto a un caballo negro tendido sobre la hierba que, con una máscara de bronce cubriéndole medio rostro y parte de la crin, estiraba las sienes hasta delimitar perfectamente el este y el oeste de la mirada. El guerrero incrustó el pico de su lanza en las lentes y el bozal de Winda y escribió “Hasta otra”, rompiendo así el último de los maleficios; los anteriores no. Winda encontró la salida del lugar saliendo. Pisó un géiser y fue impulsada hacia arriba, hacia los territorios de la luna llena. Se abrazó a ella, se resbaló jugando, y cuando iba a caer al suelo de nuevo, pensó que lo mejor que podía hacer era cambiar su dieta a una más rica en plomo, o desnucarse de una vez por todas.

LUNES SIETE

Se le pinchó el corazón y pensó que sería bueno darse un paseo por el texto. Menguó y menguó hasta alcanzar el tamaño de una letra. Tropezó con una coma y, al caer, el flexo confundió su cabeza despeinada con un asterisco. Se levantó, se atusó el pelo, estiró el cuello y compuso una señal de exclamación. Pasaron delante de él, desordenadas, palabras que le afectaban: cuándo, cómo, dónde, por qué; acto seguido escuchó el sonido del cierre de unas esposas y se descubrió flanqueado por unos signos de interrogación. Le rescataron las comillas, que, a su vez, le hicieron sentirse marginado. Lunes. Siete. Érase. Tumbó a un paréntesis y lo utilizó como barca para surcar los renglones en busca de la salida, remando con una tilde. Se detuvo ante una lluvia de estrellas o conjunto de puntos suspensivos que determinaron la pausa. Después de otros verbos se ahogó, irremediable y cursivamente, al metérsele en la boca y petrolearle los pulmones el auténtico punto final. Nadie más le vio por su diario.

 

EL ROBO

Mientras estaba siendo atendido un joven repartidor de pizzas bastante afectado, el siguiente en la cola rememoraba los años en los que la gente denunciaba la sustracción de su vehículo o de sus tarjetas de crédito, o el asalto a su vivienda… tiempos en los que se robaba lo material. Siendo al fin su turno, fue atendido por el oficial, que tomó nota de los hechos acontecidos: a las ocho y media de la tarde el denunciante salía de trabajar del taller mecánico sin haberse quitado su grasiento mono, cuando dos hombres le cerraron el paso en una callejuela. Le amenazaron. Él se mantuvo firme, negándose a darles lo que a voces le pedían. A cambio les ofreció su reloj, su cartera, su muela de oro, pero no querían nada de esto. La emprendieron con él a puñetazos y a patadas. Aguantó como pudo pero al final accedió a sus pretensiones: les entregó su trabajo, les explicó en qué consistía, cuál era el horario y cuál el sueldo. No satisfechos con esto, le pidieron las claves. ¿Qué claves?, preguntó, ingenuo. Las claves de su éxito laboral, de lograr mantener su empleo en medio de aquella crisis, le respondieron. Tuvo que dárselas, gimoteaba, mientras el oficial le daba unas palmaditas en el hombro. Firmó la denuncia y se alejó observando la cola que dejaba tras de sí y en la que había, entre otros, un bombero, una prostituta y un proctólogo.

SOBRE LA AUTORA: ELENA ROMÁN (CÓRDOBA, 1979). Nacida y residente en Córdoba, ha obtenido, entre otros, el III Premio Internacional de Poesía Blas de Otero y el XXVII Certamen Internacional de poesía Barcarola. Autora de varios libros de poesía y narrativa, entre ellos, ¿Qué hacer con Freud además de matar a Freud? (Liliputienses, 2017), Pan con pan (Isla de Siltolá, 2016), Ciudad Girándose (Baile del Sol, 2015), Hay menú económico (La Fragua de Metáforas, 2015), Fragmentos de una niña decapitada (Ediciones Oblicuas, 2013), etc. Ha colaborado con sus textos en diarios, revistas y antologías literarias nacionales e internacionales; ha sido traducida al francés y al árabe. Ha participado en los Encuentros de Literatura Periférica Centrifugados (desde el 2015 hasta la actualidad). Vinculada a la Editorial Gato Encerrado, organizadora del Festival Internacional de Poesía Voix Vives (Toledo), al consejo de redacción de la revista literaria Psicopompo (Cáceres) y al Colectivo Multidisciplinar HíVrida (Córdoba). Escribe en el blog: elblogtardiodeelenaroman.blogspot.com.es

SOBRE LA RESPONSABLE DE PALABRA DE ARGONAUTA: ANA PATRICIA MOYA (CÓRDOBA, 1982). Estudió Relaciones Laborales y es Licenciada en Humanidades por la Universidad de Córdoba. Ha trabajado como arqueóloga, bibliotecaria, documentalista, etc. Actualmente, se busca la vida como puede y dirige el Proyecto Editorial Groenlandia. Su obra más reciente es Píldoras de papel (Huerga y Fierro, 2016); próximamente publicará su próximo poemario, La casa rota (Versátiles Editorial). Sus textos aparecen en distintas revistas y antologías literarias; también ha obtenido algún que otro premio por sus despropósitos lírico-narrativos. Escribe en el blog: anapatriciamoya.wordpress.com

SOBRE EL FOTÓGRAFO: JESÚS MIGUEL HORCAJADA (CIUDAD REAL, 1988). Escritor, poeta, fotógrafo. Estudió Educación Infantil, grados superiores en Fotografía (Digital, Artística, Imagen e Iluminación); actualmente, trabaja como community manager en su ciudad natal. Autor de los poemarios Caridad (MRV), Girasoles de servicio (Ediciones en Huida) y Donde nacen los charcos (Versátiles Editorial). También ha publicado en diversas revistas, antologías y fanzines colectivos. Más información: descansaranlasestrellitas.blogspot.com.es/

Más relatos y autores en la sección Palabra de argonauta

Bases para participar en Palabra de Argonauta (convocatoria abierta):

1) Se aceptarán una selección de relatos, cuentos, microrrelatos, etc, hasta cuatro páginas máximo, sean inéditos o no, publicados o no, en distintos medios; el formato de los archivos será DOC o DOCX; en el mismo archivo, deberá incluirse una pequeña bibliografía (que ocupe menos de un folio). También se aceptarán todo tipo de géneros temáticos.

2) No se aceptarán borradores, textos sin corregir, con faltas de ortografía o fragmentos de novelas.

3) El nombre del archivo que tendréis que remitir de manera adjunta (no pegado en el cuerpo del mensaje) será TEXTOS Y BIO DE (vuestro nombre y apellidos a continuación. Ejemplo: TEXTOS Y BIO DE PATRICIA BRAVA.doc.

4) Se remitirán al correo de la encargada de la sección: yosoyperiquillalospalotes@gmail.com, con (IMPORTANTE) el asunto: «SECCIÓN ODISEA CULTURAL».

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.