Te mataré mientras vivas, segunda pieza supersónica de Raúl Herrero

Raúl Herrero portada Te mataré mientras vivas

La obra “Te mataré mientras vivas” celebra la coronación de la “poesía supersónica” del artista Raúl Herrero, carrera meteórica iniciada con su anterior poemario, “Sombra Salamandra (Poesía supersónica)”, publicado en 2016.

Un poemario, como no podía ser de otra forma, con claras raíces postistas, que nace del deseo de su imaginación creadora de descubrir lo maravilloso en lo cotidiano y que no es sino un ejercicio de exaltación de la libertad, que rompe no sólo con las corrientes literarias actuales sino también con los moldes de algunas fórmulas postistas, fusionando algunas de ellas hasta la consecución de una voz propia y diferenciada: la voz de Rául Herrero.

Un libro “supersónico”, no sólo por el título y sus versos luminosos como fuegos artificiales; también y sobre todo, por los muchos poemas nocturnos que parecen practicar continuamente el alunizaje, como si habitaran una película de Mélies.

Versos que saltan al escenario, y practican juegos de sombras, convirtiendo lo inanimado en viviente, lo imposible en lo más plausible, y que llenan las páginas de este poemario vertiendo generosamente fantásticas metáforas y potentes imágenes de corte surrealista.

Si en su anterior poemario, “Sombra salamandra” cabía destacar su mirada infantil y la estética casi “naif” (desde la misma portada, pintada por su hijo Hermes Antonio Herrero), en “Te mataré mientras vivas” se aprecia un cambio total de escenario, y quizás también de tiempo… o de estado.

Acaso aquel niño se ha convertido en adulto, y ha cambiado los monstruos de su infancia (seres que habitaban en «Sombra salamandra», como Drácula o Frankenstein) por otros monstruos más reales y cotidianos, como el tiempo o la muerte, pero que también son tratados con un sabio sentido del humor.

Una obra de gran lirismo y fuerza, oscuramente adjetivada y con una densa atmósfera teatral, en donde las implicaciones de orden personal y sentimental exceden el reducto de lo temático y se proyectan desde el lenguaje, que resulta por sí mismo el tema de contemplación.

De hecho, centrándonos en ese lenguaje postista, “musical y plurilingüe” (como el de nuestro admirado Chicharro), resulta difícil no percibir en estas páginas la influencia poética -que también tuvo en su anterior poemario y que tuvo en toda su vida, como el propio Raúl afirma- del gran Antonio Fernández Molina: «Cada día que pasa el tiempo pesa» (AFM, Platos de Amargo Alpiste).

Tampoco es complicado encontrar en su nueva obra ecos de otras fuentes de su inspiración como lo son el surrealismo francés, el romanticismo alemán, dramaturgos como Francisco Nieva o Fernando Arrabal, autores como Juan Eduardo Cirlot y Carlos Edmundo de Ory, e incluso de El Bosco, Kafka o Tristán Tzara.

Porque tal y como afirmaba Gabino Alejandro Carriedo, el postismo es mucho más que un movimiento artístico, es “un estado de ánimo, un modo de ser, un aspecto del arte y de la naturaleza”.

Y esto es lo que encontramos en este poemario: “Postismo o muerte”, como diría Raúl Herrero.

Y por qué no, ambas cosas a la vez.

Sólo esperamos que estén lo suficientemente vivos como para apreciarlo.

 

 

SELECCIÓN DE POEMAS
«TE MATARÉ MIENTRAS VIVAS (CORONACIÓN SUPERSÓNICA)»

 

Se presenta el libro en la calma más completa cuando…

 

Acunado por arrecifes y arreos

duermo durante la salutación del libro;

entonces se persona el ogro con un exvoto:

¿una cornucopia?, ¿un calamar?, ¿una comezón?

Sus piernas apresadas en tejido de mosca;

sus ojos castañetean en las caretas del lagar;

las paredes palidecen con pánico de partera;

sus zapatones con ira explosionan contra el cielo.

A puntapiés expulsaría al ser del salón,

pero me siento preso de mis debilidades,

con un carácter caracterizado por lo caricaturesco,

me siento con los pies en frente de onda,

amuermado por los tubérculos que se desploman

sobre las bocas abiertas de libros bien pensados

y monótonamente escritos: Con soga y palmeta.

Mi fuga suave se abre descarnada y lánguidamente

como si una bolsa de papel desenvolviera un cactus.

La ruina por mi cerebro extiende sus raíces;

la silla pesa inversamente.

El ogro maneja mis libros,

los contempla con voracidad,

con los brazos en jarras esputa:

“¿de dónde han brotado esas cosas?”

Le revelo que ignora el sentido y el misterio

de unas hojas encuadernadas en orden.

El ogro abulta el morro,

se derrama en el suelo y repta,

hasta el conferenciante, pasando por encima

de los invitados (inveterados);

las autoridades y los postes poéticos

(amordazados por un púrpura manoseado)

callan en su ocaso, en su acabamiento.

La noche sobre mis glúteos

Derrama su café con leche noctívago.

Mi mente vira sumergida en

el canto del cangrejo cariacontecido;

un grito de gato me recuerda

la presencia del ogro

y su aspecto de hembra monstruosa,

tan deforme como si acaba de comerse

a los seres, paredes, y puntos cardinales

del Averno.

Ahora, si te atreves, ponte a editar.

 

 

 

Me siento a tomar el té

En una carretera.

Los automóviles desfilan,

me atropellan,

una vez y otra.

Me levanto

una y otra vez,

con sumo cuidado.

Intento

no derramar el contenido

de la taza que sostengo en mis manos.

 

 

 

Apócrifo de Gregorio Samsa sin título

 

A la sombra de las alas de una mosca gigante

tomaba yo el fresco.

Un muerto luchaba por salir

de mi cuerpo.

La sombra era una flor de perro.

Mi voz brotaba con plumas

de mi garganta árida.

La mesa llamaba a mi puerta

con sus patas de araña;

¿qué tiempo tiene este tiempo

de cadenas, botellas, brotes y rebrotes?

Sujeto el mundo, mi propio mundo,

sin gente, para mí creado,

más me agoto

y me sobrevienen las moscas

que comen de mi boca.

 

 

 

Reseña y selección de poemas: Esther Lapeña

Obra: Te mataré mientras vivas (Coronación supersónica), Pregunta Ediciones, 2017.

Más información sobre Raúl Herrero: www.librosdelinnombrable.com/  y  raulherrero.blogia.com/

 

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