ARCADIO PARDO: SU INCESANTE Y SINGULAR OBRA (II Parte), Por Amador Palacios

Arcadio Pardo

Cuando Arcadio Pardo publica Efectos de la contigüidad de las cosas en 2005, me envía un ejemplar por consejo de Carlos Edmundo de Ory. Hasta entonces, yo desconocía su poesía. Iniciamos una relación que se mantiene asidua desde aquel año. Todos sus libros a partir de ahí los recibo de él, adquiriendo por mi cuenta algunos anteriores. Asisto a la presentación en la Biblioteca Nacional de Madrid, en abril de 2019, de la edición de su poesía completa, visitándole mi mujer y yo en su casa de Chaville en un par de ocasiones; en la primera le hice una entrevista para la revista jerezana Campo de Agramante, que apareció publicada en la primavera de 2018.

En el verano del año siguiente, en unos gratos y calurosos días de agosto, residimos en el lindo hotelito que armoniza su bonita y confortable vivienda. Nuestra convivencia rebosó simpatía; comíamos, al modo francés, a la una, y cenábamos a las ocho, y en cada menú caía una justa botella de buen vino del país proveniente de la fresca y bien abastecida bodega de Arcadio.

El libro arriba mencionado pertenece a la última etapa poética del poeta, definida por María Eugenia Matía como “etapa de comprensión histórico-metafísica: 1990-2016”, subdividiéndose en dos partes, comprendiendo cuatro libros la primera, abarcando hasta 1999, y seis la segunda.

Efectos de la contigüidad de las cosas sería la segunda entrega de esta última subdivisión.

Señala María Eugenia Matía que en este periodo “es notable la progresión de su universo lingüístico”, así como en esta fase “dominará el impulso filosófico de su cosmovisión, con el hondón lúcido del trazo de la vida y la brillantez lingüística en cada entrega”.

La recreación de la memoria, como dictamina Matía, transformada en un inventario de la sucesión de las cosas (su contigüidad formal), fundamentan los poemas de Efectos de la contigüidad de las cosas. Así su contenido revela con maestría la observación de “ese silabeo en que se encarnan / tiempo, transcursos sucedidos”.

Versos que ofrecen grandes claves lingüísticas (“los nombres se adherían a las cosas”) y metáfora de la activa muda elocuencia de la poesía (“el bosque es griterío de enigmas silenciosos”). Se esfuerza el poema en expresar el deseo de permanencia y fuerza armónica en el mundo.

Superada la nostalgia del paisaje de España, en este libro habita un panteísmo sentimental de la totalidad, ceñido en ese entero amor por los lugares.

Y, desde luego, hay grandes hálitos metapoéticos: “Tiene sus horas la escritura. / Puede que prenda en la mañana, / o caída la tarde. No obedece / a norma alguna que te atrevas / a seguir.”

Destaquemos del libro el siguiente poema-resumen autopsicográfico, “Una vez me tentó”:

Una vez me tentó
lo neutro. Ceñí entonces las cosas
a esa altura de nuevo descorrida.
Despojados de géneros, los entes
se eran ensanchamiento de sus límites,
abolición de impedimentos,
destrucción de las normas,
saboreo de toda libertad:
lo amor, lo suelo, lo órbita.
Lo juventud más joven;
Más espacial lo beso, lo apetencia
De tactos todavía misteriosos.
Con lo edad destruía las edades
amenazantes; se erigía a sumo
lo tan caducidad.
Un caudaloso desvarío de
lo belleza, instauraba
el imperio de lo uno e inconcreto
a la par.
Éramos residentes de parajes
siempre emanantes y crecientes
a lo luz, a lo nube, a lo cielo.

Resulta que las cosas recuperan
su signo,
apetecen su forma, las cercas que limitan,
vuelven de nuevo bajo su inconstancia,
destruyen la unidad del mundo.
Volvemos al imperio de plurales,
a la ceguera de los géneros,
a la tan engañosa diversidad,
a la mera intemperie.

Vamos a concluir este sucinto recorrido poético con un poema de rebeldía de Arcadio Pardo, perteneciente a su penúltimo libro publicado, Lo fando, lo nefando, lo senecto (2013), de la serie que finaliza con De la naturaleza del olvido (2016). Es el canto de un anciano protestando, con lástima y desprecio, de otros ancianos:

Me intrigan los ancianos de mi edad; detecto en ellos una desazón
de ni vivos estar ni ni de muertos;
pasantes que no pasan, transeúntes sin tránsito, ocupan
los bancos, arrímanse a la sombra, o a la hoguera si frío.
Andan como buscando quien escuche,
y les arde el silencio en la garganta.

Los compasiono. Gimiente senectud la suya.
Son como caídos de otros sitios,
no se reconocen en nos.
Segadores que vienen a segar, ajustados por amo,
y siegan y se van.
Algunos merodean como si extraviados, han perdido
su senda, y la norma, no saben regresarse y navegan
las esquinas, el aire, las afueras por si vienen y los buscan,
los recuperen y los regresen a sus sitios.
Van a hurtadillas por las arboledas.
Son como desprendidos de una sede lejana.

Los suelo codear junto a los puestos de naranjas,
y allí donde se elevan los rezos, y allí donde se unen los gentíos,
y allí donde no hay nadie y sólo es solo.
Bajo el pórtico de la parroquia,
en la justa frontera de las nevadas, ajenos,
mirando el firmamento, o el suelo, o no mirando nada.

Uno los imagina descarriados. Pero lo suyo es esperar,
estar atentos, simular vagabundeo y esperar los vengan
a recoger.
Y los devuelvan a su origen al otro lado
de antes del tiempo de antes.

Ancianos de mi edad, contemporáneos míos de los sitios;
ellos me cruzan y no me conocen,
no los conozco ni los reconozco. Somos como de castas
iniguales, como si de camadas repelidas,
otros y ajenos y distantes como de especies
incompatibles.
Así me ven probable como extraño también,
como bicho venido de otra estirpe,
usurpador quizás del territorio
que creen suyo y que no es suyo.

En este sin duda emblemático poema existencial juegan primordialmente los originales recursos sintácticos y morfológicos adoptados en grandes tramos de la poesía de Arcadio Pardo, manifestándose a la vez una tendencia visible en las últimas fases: el abandono de la canónica escansión del ritmo del verso por el uso del versículo, realzando así la división estrófica orientada a un amplio aliento respiratorio.

A estas alturas de su obra, como dictamina César Augusto Ayuso, “la sabiduría de la edad, con todo su bagaje de experiencias, lecturas, andanzas, reflexiones y recuerdos, origina, conforma y recubre sus versos como un legado o testimonio vital”. Resumiendo: podemos afirmar con contundencia, y concordando con la crítica, que su pensamiento poético, que se establece como unitario, está marcado, sobre todo últimamente, por el efecto fonético y una sorpresiva sintaxis de eficiente agramaticalidad.

He aquí una síntesis de su trayectoria académica: Arcadio Pardo obtuvo el título de Bachiller, habiendo estudiado en el Instituto Zorrilla de la hoy capital castellano-leonesa, en 1946 y en 1951, por la Universidad de Valladolid, se graduó en Historia con Premio Extraordinario de Licenciatura. A partir de entonces, se puede decir que desarrolló toda su carrera docente en Francia, salvo en el curso 1955-56 que es catedrático de francés en la Escuela de Comercio de Orense.

Arcadio Pardo recibiendo el título de Doctor Honoris Causa en la universodad argentina de San Martín
Arcadio Pardo recibiendo el título Doctor Honoris Causa en la universidad argentina de San Martín

Sus destinos en el país galo han transcurrido en el Lycée Corneille de Rouen y en las universidades de Aix-en-Provence, la Sorbona y Nanterre. Tuvo un muy destacado papel, en unión de Manuel Sito Alba y el padre Bardón, en la creación del Liceo Español de París, donde fue catedrático durante doce años. En 1981 leyó su tesis doctoral que versaba sobre La visión del arte español en los viajeros franceses del siglo XIX, publicada por la Universidad de Valladolid en 1989. Fue designado por el Ministerio de Educación para que fundara y dirigiera la Sección Española del Lycée International de Saint Germain-en-Laye entre 1980 y 1986. En 1998 ingresó en la Academia Castellano-Leonesa de la Poesía.

Sobre la obra poética de Arcadio Pardo, María Eugenia Matía Amor elaboró una tesis defendida en la Universidad de Valladolid en noviembre de 2015. Su esposa, fallecida en 2017, fue la hispanista francesa Madeleine Dubrasquet, siendo ambos autores del libro Précis de métrique espagnole, publicado por la editorial Armand Colin, ya con varias ediciones en el mercado.

Arcadio, como ya se ha dicho,  reside en Chaville, población cercana a París, contigua a Sèvres y Viroflay y muy próxima a Versalles.

 

APÉNDICE

Un ejemplo de auténtica oda en la poética de Arcadio Pardo:
“La paz de las praderas”
Ahora que ya parece que la paz nos regresa
quizá porque la noche nos invade
con sus primeros dones, sus frutas más agraces,
sus rocíos en suma primerizos,
ahora, decía, que la paz nos viene,
vente conmigo fuera,
salgamos a la espera de esperanza
y como en la agria juventud, cojamos
las rojas amapolas,
corramos los linderos,
bebamos del arroyo,
recojamos el fósil,
recojamos cortante el sílex negro,
los cuarzos oprimidos,
los cristales ocultos,
todos testigos todos de Dios Padre,
y por si acaso cede
vencida esta hermosura,
por si las zarzas arden
y todo este fervor
se consume sin fruto en la tiniebla,
por si acaso las lluvias se agrandan en riadas
y toda esta esperanza se deshace de nuevo,
vente conmigo ahora que la zozobra amaina
y ya la primavera se aventura
por entre las rendijas de los domingos turbios,
vamos a recoger unas ramas hermosas
y llevarnos a casa la paz de las praderas.

 

(de En cuanto a desconciertos y zozobras)

 

Nota bene.-  Lo primero que debemos dilucidar es a qué llamamos “oda”. El término, según informa Lázaro Carreter, en lengua griega significaba canto, “y se aplicaba en la antigüedad a obras líricas de varia índole”. Así, está claro que este poema de Arcadio Pardo es una pieza musical, notablemente rítmica en su rica polimetría de sucesión de alejandrinos, endecasílabos y amplias, pautadas y acompasadas tiradas de heptasílabos: escansión combinada con sapiencia y ajustada al debido énfasis del mensaje.

Siguiendo a Fernando Lázaro, se pueden considerar odas las canciones amorosas de Safo, las arrebatadoras composiciones de Píndaro, o “las serenas e insinuantes reflexiones de Horacio”. A esta última índole se atiene la oda de Arcadio. Por lo demás, Horacio es considerado como el hacedor de odas “por antonomasia”.

Para Howatson, las odas de Horacio “no son el producto de una emoción inmediata, intensa, sino de una meditación”, y exhiben “una impecable economía de la frase, perfecto control, armonía y equilibrio de pensamiento y expresión.” Con este carácter coinciden plenamente las intenciones del poema de Arcadio Pardo.

Grandes autores, al componer sus odas, han partido de las de Horacio. Otros se acercan, por su tensión, al modelo de Píndaro, como es el portugués Miguel Torga. En la referencia horaciana, sólo dos menciones: Ricardo Reis, heterónimo de Fernando Pessoa, y Ángel Crespo. Para este último, sus propias odas consistían en poemas “muy exaltados en el sentimiento y muy contenidos en la forma”. Esta moderación en su fluidez verbal, su discreta extensión y el buen sentido de su expresión, hacen que las odas estén siempre muy próximas, y lo decimos volviendo a Howatson, “a los lectores de todos los tiempos.”

Por último hay que observar que en el poema de Arcadio Pardo se produce una diáfana concesión a lo clásico, brindando por el panteísmo antiguo, por lo plural; exactamente un desarrollo ecléctico donde la deliciosa enumeración de elementos naturales, resuelta en raudos heptasílabos, se funden en la unitaria hermosura sintetizadora de Dios Padre, consecuencia cristiana del dios abarcador de los antiguos.

 

Reseña y selección de poemas por Amador Palacios

 

Bibliografía poética de Arcadio Pardo: 
Un tiempo se clausura, Valladalolid, Halcón, 1946.
El cauce de la noche, Valladolid, Sever Cuesta, 1955.
Rebeldía, Valladolid, Sever Cuesta, 1957.
Soberanía carnal, Santander, La Isla de los Ratones, 1961.
Tentaciones de júbilo y jadeo, Palencia, Rocamador, 1975.
En cuanto a desconciertos y zozobras, Valladolid, Sever Cuesta, 1977.
Vienes aquí a morir, Madrid, Adonais, Rialp, 1980.
Suma de claridades, Edición del autor, 1983.
Plantos de lo abolido y lo naciente, Edición del autor, 1990.
Poesía diversa, Valladolid, Diputación Provincial, 1991. Este volumen contiene:
-Reedición de Soberanía carnal.
Relación del desorden y del orden.
Poemas del centro y de la superficie.
35 Poemas seguidos, Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 1995.
Efímera efeméride, Madrid, Endymion, 1996.
Silva de varia realidad (Archivo de rescates), Granada, Diputación Provincial, 1999.
Travesía de los confines, Valladolid, Tansonville, 2001.
Efectos de la contigüidad de las cosas, Palma de Mallorca, Calima, 2005.
El mundo acaba en Tineghir, Madrid, Adonais, Rialp, 2007.
De la lenta eclosión del crisantemo, Palma de Mallorca, Calima, 2010.
Lo fando, lo nefando, lo senecto, Palma de Mallorca, Calima, 2013.
De la naturaleza del olvido, Sevilla, Isla de Sistolá, 2016.
Avance de ardimientos. Ofrenda parcial, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2018.
Presente y cercanías del presente, en Ardimientos, Ajenidades y Lejanías (poesía completa), Buenos Aires, Universidad Nacional San Martín, 2018.

Otra bibliografía manejada:
LÁZARO CARRETER, Fernando, Diccionario de términos filológicos, Madrid, Gredos, 1990.
MATÍA AMOR, María Eugenia, Las dimensiones de la memoria. La poesía de Arcadio Pardo, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2018.
PALACIOS, Amador, “La poesía se basta a sí misma” (Entrevista con el poeta Arcadio Pardo), en la revista Campo de Agramante, Jerez de la Frontera, nº 27, Invierno-Primavera 2018.
PALACIOS, Amador, Poetas y poéticas, Zaragoza, Pregunta, 2018.
PARAÍSO, Isabel, Reflexión desde la belleza, en Arcadio Pardo, Poesía diversa. Tres libros de poemas, Valladolid, Diputación Provincial, 1991.
PARDO, Arcadio, Preliminares, en edición facsímil de la revista Halcón, Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 2003.
PESSOA, Fernando, El poeta es un fingidor (Antología poética), Edición y traducción de Ángel Crespo, revisada y actualizada por Ignacio García Crespo, Madrid, Cátedra, 2018.
REIS, Ricardo, Odes, Lisboa, Ática, 1966.

Amador Palacios (Albacete, 1954) es poeta, traductor y crítico. Ha sido fundador, consejero o director de diversas publicaciones. Colaborador en numerosas revistas de literatura y suplementos literarios. En la actualidad es crítico de “Artes y Letras” de ABC y colabora asiduamente en las revistas FronteraDCampo de AgramanteOdisea Cultural y Oropeles y Guiñapos. Miembro del consejo asesor de la Fundación Carlos Edmundo de Ory y uno de los principales estudiosos del movimiento postista. Becado durante varios años consecutivos por la Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa, es traductor de importantes poetas portugueses y brasileños (Cesário Verde, Camilo Pesanha, Miguel Torga, Casimiro de Brito, Lêdo Ivo y Vinicius de Moraes, entre otros). Miembro de la Real Academia Conquense de Artes y Letras (RACAL). Ha compilado sus estudios sobre la vanguardia poética española en diversos volúmenes. Biógrafo de los poetas Ángel Crespo, Gabino-Alejandro Carriedo y Dionisio Cañas. Su poesía ha sido recogida en 2018 en la antología Las palabras son nocivas, publicada por la editorial Pregunta de Zaragoza.

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