Méliès, Cuando el cinematógrafo necesitó un mago, Por Marcos Callau

Méliès ilustracion

Estableciendo un inocente juego de palabras, un truco del lenguaje, resulta paradójico y fundamental destacar que George Méliès sembró de luces las sombras de Lumière. Sin la intervención de este mago y pintor, el cinematógrafo hubiera sido poco más que un alarde científico, tan solo una herramienta para documentar lo cotidiano, como la salida de la fábrica de unos obreros en 1895, precisamente filmada por los hermanos Lumière o trasladado a nuestro país y sus querencias eclesiásticas, otra salida, la de misa de 12 del Pilar de Zaragoza, filmada dos años más tarde por Eduardo Jimeno Correas.

Un artefacto de feria y barraca para primitivos voyeurs, un espectáculo de exposición universal, poco más que el último grito científico del siglo XIX; en esto se hubiera resumido el cinematógrafo.

Méliès, fascinado por el invento de los hermanos y tras asistir al pase inaugural de la primera proyección consiguió convertir aquel juguete de la ciencia en una verdadera fábrica de ensueños, en una nueva y deslumbrante manera de alumbrar obras de arte. Adaptando al cinematógrafo su experiencia en el teatro, la pintura, el gusto por los espectáculos circenses, la fantasmagoría, el ilusionismo, la prestidigitación, el escapismo, halló el truco perfecto y a su través, el diálogo mudo con un espectador que necesitaba creer.

El cinematógrafo necesitaba un mago y el espectador necesitaba magia. Así se fraguaron las primeras películas fantásticas, la inauguración del lenguaje cinematográfico, de la ciencia ficción y de todos los géneros. Así nació el primer teatro de los sueños, la primera sala de cine, en el parisino teatro Robert Houdin, propiedad de Méliès. Allí nació el cine.

El libro «Méliès» publicado por Libros del Innombrable rinde homenaje al primer artesano del cine y de paso, materializa una reivindicación que resulta tan necesaria hoy como ayer. Pues el maestro parisino fue olvidado en vida, pasando graves penurias económicas que le obligaron a convertir en fuego todas sus películas. Pero, como si de un truco final se tratara, consiguió resurgir de aquellas cenizas y como ave Fénix, gozar en sus últimos años de la reivindicación del grupo surrealista, de los merecidos homenajes en su tierra y del reconocimiento que debía acompañar los últimos días del verdadero padre del cine.

Actualmente, continúa siendo necesaria aquella reivindicación para que espectadores y artesanos, si todavía quedan, no olviden la esencia que convirtió en obra de arte un invento científico. Por eso el libro coral que presenta la editorial aragonesa resulta fundamental. Este se estructura, como si de un espectáculo de Méliès se tratara, en ocho actos, precedidos por preámbulo y divididos por un interludio que aglutina dos ballets poéticos, una escena para títeres y un guión cinematográfico.

Además, como objeto, el libro resulta una espléndida obra artística, pues no merecen menor calificativo las bellas ilustraciones de Juan Luis Borra que decoran su interior así como una portada que es un trampantojo (trampa ante el ojo), un festival de superposiciones, un estallido de color y que bien pudiera haber servido de decorado para el propio mago. Una verdadera joya.

Como preámbulo a Méliès hubo una prehistoria del cine que, en este caso, repasa minuciosamente Raúl Herrero. Desde la cámara oscura de Johannes Vermeer hasta el kinetoscopio de Edison y finalmente, el cinematógrafo de los Lumière, se dieron cita los espectros vivientes del mago Dunkel, los espectáculos de linterna mágica, las vistas estereoscópicas, el ilusionismo, la fantasmagoría, los efectos con espejos; además la historia de la pintura ya había marcado los primeros pasos hacia el lenguaje cinematográfico, por ejemplo, en los grabados de Goya. El director parisino estaría llamado a representar la conjunción de todas las artes.

Invitación presentación libro Méliès
Invitación a la presentación de «Méliès», Libros del Innombrable, en Zaragoza.

Herrero aporta también un certero apunte del Méliès actor, como un claro precursor de Lon Chaney, conocido como «el hombre de las mil caras». Mil caras pero, ante todo, ilusionista. Bruno Marcos subraya la característica especial del cine como engaño o ilusión óptica (otra vez trampantojo) y es por ello que Méliès acertaría de pleno al aportar su toque mágico, destacando también en el laboratorio, como inaugurador del montaje. Alberto Ruiz de Samaniego recuerda cómo Méliès enfrentó a la razón dominante en el mundo y encarnando habitualmente al diablo, a través del trucaje y en las antípodas del realismo, desordenó la sociedad con sus películas cuyos contenidos narrativos eran más un pretexto o un vehículo con el que desarrollar su virtuosismo con el cinematógrafo.

Virtuosismo que inmediatamente se relacionará con las artes plásticas y posteriormente, con las vanguardias, como recuerda Jesús F. Pascual Molina. Méliès pertenece al hervidero artístico que es París en su tiempo y contempla esa «impresión» de sol naciente que Claude Monet exponía en 1874 inaugurando el Impresionismo. El mago y cineasta también recoge la influencia de las artes incoherentes de Jules Lévy, del orientalismo, la pintura de Matisse, quedando fascinado finalmente por el presimbolista Gustave Moreau. Más tarde conocerá y tratará a Verlaine.

Así mismo, su cine, tan próximo al teatro, será influencia posteriormente para todas las vanguardias y especialmente para el surrealismo en el cine, «Un perro andaluz» (Luis Buñuel 1929) y el cañonazo dadaísta: «Entr’acte» (Satie/Clair 1924). Silvia Rins, en su articulo, aborda los mitos femeninos en el cine de Méliès, diferenciando a la mujer alegórica y a la mujer trabajadora, la fantástica y la pragmática; la dualidad Lillith y Eva, ángel y diablo. Sin olvidar que Méliès es pionero al celebrar el erotismo frente a la religión, podríamos considerar al genio parisino responsable de otra inauguración: el mito de la femme fatale. Además, Rins destaca la presencia de las sufragistas en la cinta «A la conquista del Polo» como una reivindicación y aporta tres interesantes planos o puntos de vista de la mujer en su filmografía: desde el cielo, desde el suelo y desde el fotograma.

Como he nombrado anteriormente, el libro innombrable cuenta con un divertido interludio. En él encontramos dos poemas, firmados por Carlos Barbarito y Aldo Alcota. Seguidamente, Laia López Manrique firma «Los descabezados», una escena para títeres y el descanso concluye, por todo lo alto, con el guión «La guerra de las cien años» de Antonio Fernández Molina. Tras este inesperado pero agradable intermedio, Iván Humanes reanuda la segunda parte del libro con el mito de Fausto en Méliès, repasando todas las caras del diablo en su filmografía (casi más de cuatrocientas…) y la inauguración, por tanto, del género de terror y el vampirismo en la historia del cine. Quizá Méliès solía encarnar a Mefistófeles en sus películas porque la magia es el primer gran pecado ante Dios y un ferviente anticlericalismo quedó patente en toda su obra.

Finalmente, Humanes explica el gran hallazgo de Méliès: el stop-trick o la facultad, en pantalla, de hacer desaparecer los objetos, un trucaje que maravilló a los primitivos espectadores. La ilusión, fundamental, es abordada por Alfredo Moreno quien recuerda que, en el cine de Méliès, la sorpresa es actriz secundaria frente al hechizo protagonista. Partiendo de su infancia en el parisino Liceo Michelot y de su temprano interés por los dibujos, el diseño de escenas fantásticas y los guiñoles, Moreno nos lleva hasta Woody Allen, pasando por Buster Keaton, Ingmar Bergman, Billy Wilder y Federico Fellini para concluir con el que, probablemente, es el mayor mago del cine después de Méliès: Orson Welles. Todos ellos unidos por la magia en el cine, el poder de encantar.

El libro se cierra con un articulo donde Tomás Fernández Valentí repasa los últimos años de vida del director. La ruina económica y la decadencia trabajando como vendedor en la juguetería de su última mujer, musa de sus películas y eterna amante. Y finalmente, la inesperada reivindicación y los homenajes que transformaron el agónico final a la que parecía condenada su vida. Un magnífico truco final. Una reivindicación y un tributo que ahora ven su continuación en forma de libro. Es necesario agradecer que una editorial haya acometido semejante empresa. De hecho, no podía ser otra editorial que Libros del Innombrable pues con este título cierra un vertiginoso y admirable ritmo de publicaciones en el año 2017.

El próximo ejercicio la editorial cumplirá su vigésimo aniversario. Sus lectores estamos deseando saber cuántos títulos sacará de su chistera, en esta ocasión, el mago/editor Raúl Herrero para celebrar como conviene semejante efeméride. Otro truco a la vista para continuar creyendo en el encantamiento, para seguir confiando en la ilusión.

 

Reseña: Marcos Callau Vicente

Obra: Méliés, VV.AA (Incluye textos de Raúl Herrero, Bruno Marcos, Alberto Ruiz de Samaniego, Jesús F. Pascual Molina, Silvia Rins, Carlos Barbarito, Aldo Alcota, Laia López Manrique, Antonio Fernández Molina, Iván Humanes, Alfredo Moreno, Tomás Fernández Valentí y Diego Civilotti García), Libros del Innombrable, 2017.

 

Marcos Callau Vicente (Zaragoza, 1981). Es socio fundador del Ateneo Jaqués, asociación de la que ocupa cargo en su junta directiva como vicepresidente. Colabora actualmente en el semanario El Pirineo Aragonés, la revista Jacetania y en revistas digitales especializadas en cine como Cineuá o La caja de Pandora. Dirige la revista del Ateneo Jaqués El eco de los libres. Es autor de los poemarios Concierzo de viento (Chiado 2013), La ciudad desnuda (Cordelería ilustrada, 2013), y la colección de relatos Jazzmen (Cartonerita niña bonita, 2012) sus textos han aparecido en  diversas antologías literarias. Es administrador de un blog especializado en Frank Sinatra y de su propio blog “El tiempo detenido”

 

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.