El poeta y crítico literario Enrique Villagrasa, que vive actualmente en Tarragona, nació en una población de la provincia de Teruel llamada Burbáguena. Busco en el Google maps si de verdad existe dicho topónimo porque me parece un nombre inventado, demasiado sonoro y fantasioso para ser cierto. Pero estoy equivocado, existe y se encuentra en la comarca del Jiloca, lo habitan actualmente 303 personas y, según la Wikipedia, cuenta con un escudo que me resulta simpático: está dividido en dos, en su lado izquierdo luce las cuatro barras de la señera de Aragón y en el derecho una letra b en mayúscula.
Mi curiosidad por el nombre de ese lugar nace de la lectura del último libro de Villagrasa, La poesía sabe esperar (Igitur, 2019), que comienza justamente con estos versos:
Con prados silenciosos, en la orilla
de mi siempre Jiloca avanzo libre,
(…)
No cabe duda, el poeta no solo ha vuelto a sus orígenes, sino que recorre su vida a través de la poesía. Así comienza otro de los poemas:
Desde Burbáguena hasta Tarragona
Te ilumina la inmensidad del mar.
Y en ese larguísimo transitar que es la vida, la poesía se alza no como metáfora o razón de la existencia, sino como la existencia misma, en la que poesía y vida son a veces sinónimos:
Tu vida es la poesía.
Incluso, en otros versos, el poeta llega a poner a la poesía por encima de la vida, pues la convierte en una forma de afrontar todas las dificultades, y de trascender superando la muerte misma:
La poesía es más que la vida:
Es la resurrección, toda sabiduría.
Ser poeta triplica el existir.
En esta misma línea, el anterior libro de Villagrasa, Queda tu sombra (Huerga & Fierro, 2019), es toda una declaración de amor a la palabra escrita, es decir, al oficio de poeta, pero también a la lectura, porque el lector de poesía también precisa de oficio y amor. Desde el primer verso de este libro, en el que se dan cita el poeta y el lector, el autor nos lleva hacia la razón para la creatividad: la comunicación entre seres humanos:
Poeta y lector: esta es la esencia del quehacer demiurgo,
La relación con el otro: contigo que estás leyendo.
Además, me consta que Villagrasa se define a sí mismo como poeta y lector de poesía. Felizmente, poeta y lector se confunden en la búsqueda luminosa de esa palabra exacta, bien dicha o escrita, que ocupa su lugar en el mundo, respetando su significando, dignificándola, (no traicionándola, como ocurre tantas veces en nuestro azaroso tiempo de farsantes o de personas ágrafas pero que se llaman a sí mismas poetas), para conseguir exponer las contradicciones de la existencia con hondura, precisión y belleza, sin ningún aditamento sobrante.
Al fin, los libros de Villagrasa combinan poemas libres y extensos con sonetos bien acotados, en una conjunción ideal entre el clasicismo y la modernidad, siempre buscando la mejor manera de expresar y reflexionar sobre la vida.
Porque amar la poesía no es otra cosa que amar la vida tal cual es, bella desde el nombre de sus orígenes, y, por tanto, sin necesidad de inventársela o adornarla innecesariamente.
Reseña: Agustín Calvo Galán
AGUSTÍN CALVO GALÁN (Barcelona, 1968). Poeta, crítico y narrador. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía Poemas para el entreacto (2007), A la vendimia en Portugal (2009), GPS (2014), Amar a un extranjero (XI Premio César Simón, 2014), Trazado del natural (2016) y Y habré vivido (2018). En narrativa, ha publicado la novela El violinista de Argelès (2018). Ha realizado numerosas exposiciones de su obra gráfica: fotopoesía, poesía visual, collage, etc. Su poesía visual ha sido recogida en antologías especializadas como Poesía visual española (2007). Parte de su poesía visual se editó en Proyecto desvelos (2012). Colabora habitualmente con artículos y crítica literaria en diferentes medios. Escribe en el blog “Proyecto desvelos“.
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