El saber profético de los clásicos, por Amador Palacios

clásicos The Death of Eurydice by Niccolo Dell'Abate (1552-71)
The Death of Eurydice by Niccolo Dell'Abate (1552-71)
El 19 de mayo se llevó a cabo la décimo séptima edición de los Encuentros Peralejenses de Poesía, en Peralejos de las Truchas (Guadalajara), en el marco del magnífico paisaje del Parque Natural del Alto Tajo. Todos los años se celebra este evento en el amplio comedor de la Fonda Casa Pura, en Peralejos. Estos encuentros fueron creados por Manuel Martínez Forega, fecundo poeta, ensayista y traductor, además de acreditado pescador en la especialidad truchera. Martínez Forega, natural de Molina de Aragón, es zaragozano de adopción. Cada edición de estos encuentros plantea un debate en el que participan activas personalidades del mundo de la literatura, de la pintura, de la docencia. En esta última ocasión me ha tocado a mí introducir el tema que da título a este artículo (El saber profético de los clásicos).
Estuvimos presentes Sofía Bernardo, Adolfo Buriel, Ricardo Díez Pellejero, Lourdes Fajó, Ángel Guinda, Ángel Martín Expósito, Manuel Martín Forega, Herman Muylaert, Agustín Porras, Rosario Quevedo, Luis Tamarit y yo. Es esta ponencia introductoria la que transcribo a continuación.

Agradezco a Forega que haya pensado en mí para introducir este debate sobre la inmarchitable lección de los clásicos, advirtiendo sin embargo que yo no soy especialista en el asunto, ni latinista ni historiador ni filólogo de las lenguas antiguas; sólo me mueve a hablar mi modesta cultura y mi avidez lectora. Vosotros sois sin duda mucho más cultos y sabios que yo y estaré encantado de oíros en el desarrollo de este, estoy seguro, fértil debate, procurando estar yo muy calladito y pasmado ante vuestros doctos y certeros criterios.

Voy a comenzar leyendo un par de estrofas de un poema de Fray Luis de León para que veamos cómo el fraile agustino previó con tanto tiempo de antelación el atentado que terminó con la vida del almirante Luis Carrero Blanco y que tuvo lugar, perpetrado por un comando de ETA, en Madrid el 20 de diciembre de 1973 y que todos recordaréis cómo sucedió:

 

No siempre es poderosa,

Carrero, la maldad; ni siempre atina

la envidia ponzoñosa:

y la fuerza sin ley que más se empina,

al fin la frente inclina;

que quien se opone al cielo,

cuando más alto sube viene al suelo.

 

Testigo es manifiesto

el parto de la tierra mal osado,

que cuando tuvo puesto

un monte encima de otro y levantado,

al hondo derrocado,

sin esperanza gime

debajo su edificio que le oprime.

 

He recitado, claro, a modo de chufla, estas dos estrofas del poema de Fray Luis dedicado a don Pedro Portocarrero; pero de alguna manera tenía de empezar mi intervención esgrimiendo una especie de chusca captatio benevolentiae.

Ya en serio. En los clásicos está la base de todo, continuada fructíferamente en el tiempo. En la obra teatral Comedia del arte de Azorín hay una opinión que describe muy bien la vigencia de los clásicos por parte del personaje Valdés sobre la interpretación clásica del personaje Pacita:

«El secreto de Pacita en las representaciones clásicas es muy sencillo. Pacita pone un alma nueva, de ahora, en los personajes antiguos. Y no hay más. ¿Comprendéis todo el alcance de la innovación? La psicología humana es lo mismo ahora que hace mil años. Se sienten ahora como hace mil años el amor, el odio, los celos, la ambición. Los trajes antiguos importan poco. Por debajo de los trajes están las pasiones, los sentimientos, los afectos, que son iguales a los de ahora… »

Las Geórgicas de Virgilio es un conjunto lírico, pero con aspiraciones didácticas y científicas. En la cuarta geórgica, Virgilio resume, tan escueta y poéticamente, el dictamen sostenido posteriormente por la ciencia, en el sentido de que el agua es el principio de toda vida. Y así, Virgilio califica al océano como “patrem rerum”, padre de todas las cosas. Esos asentamientos filosóficos, que van fijando la estructura del mundo, los hallamos en abundancia en los asertos de Aristóteles, de Lucrecio, entre muchos otros. Decisivos descubrimientos de la Antigüedad se convierten, al cabo de los siglos, en fragantes expresiones poéticas, como este aforismo de Ángel Crespo: “La poesía suele preferir a la noche porque las estrellas nos dejan imaginar el sol, mientras éste no permite imaginar a las estrellas”.

 

Clásicos: Miniatura de las Geórgicas de Virgilio, atribuida a Apollonio di Giovanni, 1450-1460.
Geórgicas de Virgilio, atribuida a Apollonio di Giovanni, 1450-1460.

 

Tantos autores clásicos han predicho para el futuro sentencias inamovibles, de un modo diáfano, como ésta de Cicerón extraída de su obra De officiis: “Cuanto más fino y diestro es un hombre, tanto más odioso y sospechoso se hace cuando llega a perder la reputación de hombre de bien”. O esta otra, de Academicas: “Cierto que la memoria es receptáculo, no sólo de la filosofía, sino de cuanto concierne al uso de la vida y de todas las artes”. Su hermano Quinto redactó un manual para el candidato político con absoluta vigencia hoy.

Luego, esta claridad e intemporalidad se perdió en momentos históricos conflictivos, como la consabida moraleja de la “honrilla”, la “negra honrilla”, desquiciado concepto de honra que tanto exhibió nuestro teatro del Siglo de Oro. Séneca, con sus Cartas a Lucilio, está muy presente, como muy patente influencia y un poder de antorcha inextinguible, en las producciones que devinieron a lo largo del tiempo hasta llegar a las actuales. Un ejemplo muy diáfano, en este sentido, actualísimo, es la escritura posmoderna de Dionisio Cañas.

Apuleyo describió, como nunca mejor he visto, en una magnífica alegoría, el proceso de la embriaguez con estas justísimas palabras: Prima cratera ad sitim pertinet, secunda ad hilaritatem, tertia ad voluptatem, quarta ad insaniam. Naturalmente traduzco: “La primera copa pertenece a la sed, la segunda a la alegría, la tercera a la lujuria, la cuarta a la locura”.

Podríamos perdernos en miles de ejemplos más… Esa atractiva y conmovedora poética elegíaca del exilio que apreciamos en Cernuda, sin duda está ligada a las Tristia o las Cartas desde el Ponto de Ovidio.

Clásicos: Ovidio desterrado de Roma, de Turner (1838)
Ovidio desterrado de Roma, de Turner (1838)

Quisiera que en el debate pudieran entrar estas dos cuestiones:

La primera consiste en reparar cómo autores absolutamente clásicos han construido sus obras clásicas a partir de otros clásicos; caso de San Juan de la Cruz, consumando sus pocos y exquisitos versos, superiores en el idioma, desde la acertada lectura del Cantar de los cantares y las poesías de Garcilaso, al que ya en el tiempo de San Juan se le consideraba un clásico. O los Ensayos de Montaigne, que afianzan su profusa arquitectura en los fundamentos de las máximas de Catón o los apotegmas de Erasmo, como seguras primeras piedras.

Y la segunda cuestión me gustaría que estuviese dedicada a comentar cómo supremas y consolidadas piezas clásicas se pueden con mucho dinamismo actualizar recreándolas en la modernidad. Varios ejemplos:

La oda clásica, desarrollada en sincrónicos presupuestos, como han hecho, por citar a dos grandes poetas, Fernando Pessoa (su heterónimo Ricardo Reis) y Ángel Crespo. Sobre este último trata mi ponencia que pronuncié en Lisboa, “Prosaísmo lírico en las odas de Ángel Crespo” y que al poco fue publicada en Odisea Cultural.

Las Meninas de Velázquez han sido recreadas muchas veces y esta recreación alcanza el esplendor de la puesta al día picassiana. Otros artistas también han realizado en el siglo XX su versión personal de Las Meninas como Dalí, Equipo Crónica, Cristóbal Toral o Antonio Mingote.

Una muy libre recreación, muy sugestiva y poética, de la Eneida virgiliana, es la llevada a cabo por Irene Vallejo en su novela El silbo del arquero, que lleva los elementos del libro IV, el amor, y su consiguiente fracaso, entre Dido y Eneas, a unos límites líricos tan consistentes y sobrecogedores.

Juan Eduardo Cirlot escribió Homenaje a Bécquer, que consiste en 23 variaciones permutatorias de la becqueriana rima LIII, en números romanos, o la 38, en números árabes, según se quiera, la de las célebres golondrinas. Leamos la última variación:

 

En las tapias oscuras a sonar

las ardientes tupidas.

 

De tu jardín las golondrinas como

palabras a escalar

no volverán.

 

Pero Dios, mudo.

Y caer.

 

No volverán oscuras ni tupidas.

No volverán ardientes ni palabras.

 

No.

 

Sólo me he referido, en la relación que establecen las referencias que he mencionado, a los textos literarios o el arte. Interpretaríamos un dilatado tiempo y espacio si profundizáramos en la perduración de los presupuestos sociales del mundo clásico, afirmando el caso notorio de que los principios del Derecho Romano siguen vigentes en nuestra actualidad.

* * *

Termino proponiendo que veamos ahora el vídeo Troya y Siria. Dos pueblos destruidos, que la profesora Rosario Quevedo, aquí presente, realizó con sus alumnos, acercando la tragedia de Troya a la tremenda injusticia presente de la guerra de Siria. Una serie de escalofriantes y tristemente habituales imágenes de esta guerra fundidas con textos del libro II de la Eneida. El objetivo de este trabajo, reza el pie de su proyección en YouTube, “es hacer una nueva lectura de este texto universal para que los alumnos comprendan la vigencia de los clásicos y, de esta manera, las palabras de Eneas resuenen aún en nuestros corazones”. Veamos:

 

 

[El debate fue rico, fructífero y extenso. Ángel Martín Expósito, profesor de griego clásico y traductor de griego moderno, con justicia me reprochó amablemente que yo hablase de la actualización de los clásicos, pues lo clásicos son intemporales, pudiéndose, dicho correctamente, no actualizar sino recrear a los clásicos.
Rosario Quevedo, profesora de latín, llevó la discusión al planteamiento educativo en la revalorización de los clásicos, cuestión muy problemática hoy día. Se debatió, dejando la respuesta, en el transcurso de la discusión, en dudoso suspiro, si en el caso de que El Lazarillo se dejase de leer, secretamente esta obra seguiría siendo clásica, llegándose a la conclusión de que para alcanzar la categoría de clásico antes habría que lograr el estatuto de canónico. Toda la mesa persiguió un somero establecimiento de requisitos para que un autor quede marcado como clásico a través de una obra u obras emblemáticas. Hubo acuerdo en afirmar que dichas obras clásicas tienen que penetrar en el subconsciente colectivo y entrar en el gusto de las gentes.
Luis Tamarit aseveró con contundencia que lo clásico necesita del tiempo, para perdurar, y el mayor espacio posible para extenderse. Agustín y yo pusimos un poco en tela de juicio esta aseveración, esgrimiendo el ejemplo de Bécquer, sólo realmente clásico en el ámbito de la lengua española, al contrario de los dos grandes clásicos mundiales: Cervantes y Shakespeare, integrados en todas las lenguas del mundo. Se barajaron muchas otras opiniones, como que el clásico, en su proyección, debe ser generador en la transmisión de verdades inmutables a lo largo del tiempo.
Por lo demás, todo muy bien en nuestra breve y densa convivencia. Las comidas en Casa Pura son excelentes, sencillas y caseras, presentando el más alto y justo sabor. Y estar insertos en ese entorno del parque del Alto Tajo, inigualable y reconfortador.]

Amador Palacios

 

Amador Palacios (Albacete, 1954) es poeta, traductor y crítico. Ha sido fundador y director de diversas publicaciones (La Mujer Barbuda, Barcarola, San Juan Ante-Portam-Latinam). Es colaborador en numerosas revistas de literatura y suplementos literarios y  ejerce profusamente el periodismo literario como columnista en diferentes revistas: Diálogo de La Lengua, la Real Academia de Letras de Cuenca, Artes & Letras del diario ABC en Castilla-La Mancha, El Día Cultural, etc. Es miembro del consejo asesor de la Fundación Carlos Edmundo de Ory y uno de los principales estudiosos del movimiento postista. Fue becado por la Junta de Castilla-La Mancha por la realización de una biografía sobre el poeta Ángel Crespo y por la Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa, por su interés en la literatura portuguesa. Ha traducido a importantes poetas portugueses y brasileños, y compilado sus estudios sobre la vanguardia poética española en diversos volúmenes. Su poesía está recogida, en parte, en la antología Pajarito bañándose en un charco.

Ver otros artículos de Amador Palacios en Odisea Cultural.

 

 

 

 

 

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.